domingo, 30 de diciembre de 2018

TRAS LAS HUELLAS DE UN MAESTRO REPUBLICANO


Las historias de maestros y maestras republicanos ya van conquistando una extensa bibliografía y un catálogo importante de producciones audiovisuales en nuestro país, resultado de la regulación política de la memoria histórica y de una nueva conciencia social e intelectual. Para regenerar la vida pública española muchos pensamos que es imprescindible dar voz y sepultura a los que fueron víctimas de la guerra española y víctimas también de la manipulación ideológica e histórica implantada por el régimen de Franco en la posguerra. Esto no es reabrir heridas. Al contrario, esta acción social y cultural es intentar aproximarnos a la verdad y superar el dolor de la pérdida y la ausencia que se mantiene vivo en el corazón de muchos españoles. Además, consiste en una buena medida política preventiva, para ser conscientes de lo que conllevaría apoyar una política dictatorial y fascista en el futuro.

    El comentario lo hago a propósito del libro del profesor Ángel Luis López Villaverde, "El ventanuco. Tras las huellas de un maestro republicano" (Almud Ediciones de Castilla La Mancha), que tuve la fortuna de presentar en la pasada edición del Festival Cinema Ciutadá Compromés, en la sesión que pasamos un documental de Paco Picó dedicado a Rodolfo Llopis, dirigente socialista que hizo de la docencia y la pedagogía un instrumento para crear personas libres. El volumen está escrito a raíz de la investigación que ha permitido reconstruir la biografía de un maestro republicano, Gervasio Alberto López Crespo, el abuelo del autor, víctima de las dos Españas, la republicana y la fascista, que dirimieron el futuro del país a lo largo de tres años de guerra civil provocada por el golpe de Estado de los militares y los falangistas, entre otros sectores sociales, para aplastar la legalidad de la II República. 


     Esta biografía está  marcada por las nuevas posibilidades educativas que impulsó el dirigente socialista Rodolfo Llopis, en aquellos años, desde la dirección general del ministerio republicano. Los destinos profesionales de Llopis y López Crespo se cruzaron en Cuenca antes de la república, a principio de los años 20 del pasado siglo. El autor del libro adopta como propias las palabras de Josep Fontana en las que se denuncia la falsa equidistancia que aducen los conservadores cuando se niegan a impulsar la memoria histórica. “Confieso que nunca he entendido que se pueda valorar del mismo modo una república que formó maestros, abrió escuelas y creó bibliotecas públicas en los pueblos, y un régimen militar que asesinó a maestros, cerró escuelas y bibliotecas y quemó libros”.

       Con una fidelidad absoluta al conocimiento de su abuelo, fusilado en el paredón y representante de la España que quería aprender y saber, López Villaverde ha agrupado la biografía en tres grandes episodios: primero, los años en los que el pastor Gervasio, nacido en un pueblo de La Alcarria, aprende y se transforma en Don Gervasio, maestro de Almagro y otras poblaciones de las provincias de Ciudad Real, Cuenca y Guadalajara. En la segunda parte seguimos el itinerario ideológico del maestro que adquiere primero conciencia sindical en UGT y luego descubre el proyecto republicano en Izquierda republicana sin renunciar a su arraigada fe católica. El tercer período de la biografía es el más triste, es el que ha marcado la tragedia familiar a la que dedica el autor su libro, la violencia roja y azul que torturó a Gervasio Alberto, pese a que ejerció en su comunidad de persona justa y marcada por la dignidad social. Lo descubrimos en el libro como una persona que intentó no perder la esperanza, observando el trozo de cielo, que el pequeño ventanuco de su encierro, junto a la Plaza Mayor de Almagro, le permitía ver cada día, a pocas fechas de producirse su ejecución.


     El autor aprovecha la biografía de su abuelo para dar vuelo y perspectiva a la microhistoria que representa su trayectoria vital y familiar, y ese camino metodológico le permite seguir escribiendo la gran historia contemporánea de la sociedad manchega, de la sociedad local de la ciudad de Almagro, haciendo uso de investigaciones anteriores, de archivos y numerosa documentación que convierte la lectura del libro en una tarea entretenida, atractiva y sugerente. Para organizar el relato cuenta no sólo con los testimonios, recuerdos y archivos de la familia, amigos y vecinos, sino también con las colaboraciones que López Crespo publicó en varios semanarios de la época exponiendo sus opiniones sobre la sociedad, la educación y la cultura. De manera especial en la revista La Tierra Hidalga y después en el semanario conservador Renovación, donde hizo pública su fe republicana. Recordemos que el protagonista del libro ejerció de maestro en una sociedad atrasada, donde era analfabeto uno de cada dos hombres y dos de cada tres mujeres.

     La confesión republicana que Gervasio escribió en esos medios esconde ecos que todavía hoy se pueden escuchar en España: “Ser republicano equivale a ser señor de sí mismo, soberanos de sus propias decisiones, forjador de sus propias leyes, tener conciencia de su propio valer… ser monárquico, en cambio, equivale a cesión de derechos, a abandono de funciones, a confiar nuestro porvenir en  la suerte de los hados”. Este libro  es un acto de amor a la memoria familiar y a la verdad histórica, es un acto de reconocimiento a los valores republicanos que por desgracia en la historia española han tenido, hasta ahora, un recorrido institucional muy corto: dos años en el siglo XIX y ocho en el siglo XX.


      La reconstrucción informativa que nos ofrece el historiador López Villaverde, se sitúa entre los diferentes géneros narrativos que han practicado antes que él numerosos historiadores, escritores y novelistas, que han dedicado a esta etapa de la historia española, un ensayo, una biografía, una crónica, una encuesta documentada, y yo añadiría, una novela sin ficción. ¿Se encuentra El ventanuco en la línea literaria de esta última variedad de género?

     Valoro esta biografía como un libro de libros. En sus páginas encontramos constantes referencias a los libros y ensayos que el autor ha leído para construir y documentar su relato. Las últimas 150 páginas del volumen son tan interesantes como las 300 páginas primeras dedicadas a la vida del maestro homenajeado. Y son interesantes porque el autor habla en primera persona y muestra sin reservas los hilos manejados por otros autores que le han permitido tejer su emotivo relato.

     Confieso que cuando conocí el título del libro me quedé desconcertado. No sabía a qué se refería. Pero al leer la biografía ya lo entendí. Lo explica con detalle el autor. El ventanuco es una pequeña apertura en una pared, que todavía se puede contemplar desde la plaza principal de Almagro, que en el 36 fue una cárcel y ahora representa la fuerza evocativa e imaginativa que López Villaverde ha empleado en la reconstrucción de la vida de un ser querido al que nunca conoció. El ventanuco es el único espacio por donde pudo entrar un rayo de luz en un período negro, violento, destructivo y agresivo de la vida española. El autor se ha inspirado en ese rayo de esperanza que le transmitía ver desde lejos la pequeña ventana, para rendir un justo homenaje a su abuelo, a sus padres y tíos, a todos los maestros y maestras republicanos que intentaron dar dignidad y autonomía a millares de jóvenes ,que en su mayoría vivían rodeados de analfabetismo en las zonas rurales. López Villaverde sigue contemplando el ventanuco, testimonio de la prisión que existió en Almagropara expresar su fidelidad a un pasado familiar que ha marcado y marca el tiempo presente de la sociedad en la que vive.

jueves, 13 de diciembre de 2018

JOSÉ MONLEÓN, ILUMINADOR DE SOMBRAS


En la colección "Libros de la Academia", una iniciativa de la Academia de las Artes Escénicas de España (AAEE), ha aparecido una interesante selección de escritos pertenecientes al gestor y teórico del teatro José Monleón. Con este libro publicado dos años después de su muerte es fácil reconstruir su pensamiento social y político, la memoria de su vida, su visión del arte, su compromiso con un teatro abierto a la paz y al ser humano diferente. El título del volumen es José Monleón o el iluminador de sombras, cuya edición he tenido la fortuna de compartir con su hija Ángela Monleón. Ella me ofreció la oportunidad de ayudarla en su construcción respetando lo más posible el código vital, cultural y teatral que caracterizó la trayectoria del fundador del Instituto Internacional del Teatro del Mediterráneo.
          El proceso que debimos seguir para llegar a los 28 textos que conforman la edición resultó largo y laborioso. Son textos que tienen todo tipo de formato y de registro literario. Unos son conferencias transformadas en lecciones literarias y otros, textos que se reescriben después de una intervención pública para fusionar lo dicho con lo  que se quiso decir. Monleón ejerció de intelectual que se presentaba como una persona muy libre en las diferentes facetas de su vida, y también en el uso de los códigos de escritura. En sus innumerables intervenciones públicas usaba ante un auditorio entregado el tipo de oratoria y lenguaje que consideraba más apropiado para el espacio social en el que se encontraba.
        Al empezar a pensar en los materiales del libro, quisimos inventariar los temas y los argumentos que le fueron preocupando en sus diferentes etapas vitales. Se trataba de agrupar las principales líneas, los ámbitos esenciales en los que situó sus preocupaciones vitales, sus inquietudes culturales y políticas, sus descubrimientos teatrales, sus retos profesionales.
       A partir del año 2000 mostró interés por dejar escritos determinados episodios de su vida, la infancia y la adolescencia, las vivencias de la guerra civil y del primer franquismo. El libro La travesía reúne esos testimonios. Su contenido no pretendía ser unas memorias completas, pero ya mostraba su especial interés por incorporar la vida personal a los libros, artículos y conferencias, ofreciendo una imagen vibrante de intelectual que agrega a su razonamiento, el corazón y la emoción de sus experiencias.
        Quisimos imaginar que además de ser una persona que siempre defendía su libertad de opinión, supo también ejercer de rebelde con causas, en las que incluso sometía a revisión su propia conducta o sus propias determinaciones. El perfil de amotinado de Aranjuez le iba como anillo al dedo. Pepe -recuerdo ahora- primero iba a la contra, en un pulso inicial ejercía la crítica, pero luego intentaba construir complicidades y sumar voluntades para crear cuerpo social.
       Era evidente que su análisis del teatro conservador español durante el franquismo se había nutrido de clases dadas en las aulas, de centenares de artículos y críticas teatrales publicados en Triunfo, Primer Acto, Diario 16...  En ese inmenso espacio de escritura debíamos encontrar parte de los textos elegidos para el libro. Monleón militó en el rescate de la cultura republicana, mutilada y exiliada por el golpe de estado de Franco y la inevitable guerra civil. Max Aub, Rafael Albertí, Miguel Hernández, García Lorca, Valle Inclán, José Ricardo Morales corresponden a la nómina de obras y autores a los que se entregó en cuerpo y alma desde los años 60. 
    La trayectoria vital de Monléon experimentó una transición y transformación cultural mucho antes de que el dictador diera su último suspiro en El Pardo. Antes de 1975 ya había descubierto y escrito sobre el teatro europeo de vanguardia en festivales donde Grotowski, Stanislawsky o Artaud, proponían nuevas formas de dramaturgia y de consideración del trabajo actoral. Conoció anticipadamente la nueva escena europea. Pero mientras ponía un pie en nuestro viejo continente, el otro pisaba tierra firme por América Latina, donde desplegó un importante trabajo informativo y un activismo teatral que mantuvo vivo toda su vida. En esos espacios internacionales es donde imaginó e impulsó una nueva manera de considerar el flamenco. Lo sacó del tablao para subirlo al escenario y le incorporó el sentido dramatúrgico que mantenía oculto. La Cuadra de Sevilla es la compañía española que representa perfectamente lo que Monleón soñó e imaginó cuando llevaba espectáculos flamencos al Teatro de las Naciones de París.
          Aun nos quedaban otras áreas que tomar en consideración para completar el sumario del libro. Gestionó festivales, fue pionero en crear plataformas culturales. Puso en marcha el Instituto Internacional del Teatro del Mediterráneo convencido de que desde el sur geográfico y social, desde el sur mediterráneo, se podía profundizar en una cultura de paz y de aceptación del otro diferente. No queríamos olvidar  que durante largos años ejerció de profesor de Sociología del teatro en la RESAD y escribió en los medios informativos crítica teatral, para subrayar las propuestas que eran innovadoras o desautorizar las producciones que suponían una involución. Los artículos de reflexión sobre su oficio, sobre los actores y los directores, sobre la autoría y la representación teatral, debían también integrar el índice del libro.
        Y por último, otro argumento básico a valorar era consecuencia de su militancia por la paz. En los últimos tiempos Pepe mostró una profunda preocupación por potenciar el encuentro de las tres culturas, el encuentro de las diversas religiones, para que la paz no fuera por imposición o por negación del otro, sino por síntesis y fusión de los mensajes de la tradición mediterránea. De ese modo Ángela y yo, al llegar al final del camino investigador y recopilador, descubrimos que el niño de la guerra, que había descubierto la violencia muy pronto, de adulto se había transformado en militante de la paz y la interculturalidad.

          Rodeados de académicos y amigos hemos presentado el libro en el Teatro de la Comedia, en Madrid. Ha sido un emotivo homenaje, dedicado a un hombre de teatro que se anticipó a las encrucijadas que ahora estamos viviendo. Un ciudadano del mundo que vivió las realidades y el tiempo en directo, para transformarlos en pensamientos y escritos que ahora recuperamos.