Las novedades de este otoño presentan un nuevo título firmado por Ignacio Cort, "El pasado siempre llega tarde" (Editorial Sargantana), una novela de intrigas y detectives que se sitúa en un tiempo social y económico muy cercano. No sé si el pasado siempre llega tarde. A veces no vuelve nunca, porque perdemos nuestras referencias y nos negamos a reconocer lo que fuimos. Posiblemente si volvemos al pasado con nostalgia de recuperarlo porque nuestro presente no nos satisface, lo que estamos haciendo es una invitación a abandonar la vida antes de tiempo.
Pero cuando el pasado conserva intacto el registro de lo que quisimos ser y hacer, cuando conserva los sentimientos de quienes quisimos amar y no pudimos, no es que llegue tarde, es que lo rescatamos para hacerlo presente con un cierto desencanto, con la desilusión de quienes pensamos que la vida siempre rebaja la intensidad de nuestros sueños originarios. Este es un libro de desencantos y desencantados, de corruptos y especuladores.
Para definir este libro
en su conjunto, adscrito sin ninguna duda al género de novela negra, puedo
hablar de un relato de ficción inspirado en un mecanismo de relojería. Más allá
de que el lector tenga la sensación de que nada sobra y nada falta, de que todo
se encuentra ubicado en su lugar literario, desde el principio al final el
tiempo de la novela se presenta tasado, está medido, hay unos plazos temporales
ya marcados por el escritor para resolver la investigación, los misterios, las
contradicciones.
También el tiempo
histórico está acotado, marcado por el calendario y las manecillas del reloj.
La acción se desarrolla en Valencia y otros lugares de nuestras comarcas,
también en Madrid, desde el lunes 1 de junio de 2015 al miércoles 17 de junio
de 2015, con un epílogo que sucede en vísperas de Navidad, el lunes 21 de
diciembre del mismo año.
Recordemos que en 2015
las consecuencias de la crisis financiera de 2008 en la economía española
todavía coleaba, en las empresas los conflictos laborales y la inestabilidad de
las finanzas permanecían activos. En España gobernaba el PP con Rajoy, mientras se investigaba en sede judicial su financiación irregular, y en nuestra comunidad el
socialista Ximo Puig iniciaba su primera legislatura. De una manera u otra este
contexto histórico está presente en la novela como trasfondo y origen de
determinadas situaciones.
El desarrollo temporal de la novela se encuentra perfectamente tasado como está definido el espacio urbano y geográfico, donde se mueven los personajes. Es un gran acierto que el relato de Cort transforme la ciudad de Valencia en paisaje fiel de sus andanzas detectivescas. Las calles, los bares, los jardines, los comercios citados en la novela son todos reales. En muchos de esos espacios Ignacio Cort ha vivido largos años de su vida. Es un autor que, por su afición al cine y su conocimiento del guion audiovisual, está permanentemente visualizando la escena que describe, está proyectando en escenarios reales y conocidos todo lo que su imaginación va construyendo en el trabajo de creación literaria. A veces sólo le falta poner la cámara de cine a grabar.
Pienso que Cort transforma buena parte de las experiencias de su vida en material
literario cuando escribe novela negra. Él sabe esconderse perfectamente detrás
de los personajes, ninguno es él, es un maestro del camuflaje, pero muchos de
los personajes tienen algo de él y de sus allegados.
Como profesional
dedicado al mundo de la consultoría de empresas, un espacio social que está muy
presente en la novela, ha tenido que investigar y reconstruir las
interioridades de firmas y marcas comerciales que le habían contratado para
poder elaborar buenos diagnósticos y encontrar respuestas adecuadas a las
soluciones que le pedían los clientes. Por ello pienso que en su propio trabajo durante años ha encontrado un campo abonado de minas para hacerlas estallar en “El pasado
siempre llega tarde”.
El encargo que recibe
el abogado Juan Dalmás por parte de quien paga la investigación es realizar su
trabajo en seis semanas. Cada lunes a las cinco de la tarde está obligado a
ofrecer un informe con los resultados de las pesquisas si quiere ir cobrando
cada siete días la minuta acordada. A las cinco de la tarde, esa hora que
García Lorca consagró en la historia de la literatura como Vivaldi la primavera
en la historia de la música. El tiempo corre, mientras lees el libro, con la misma precisión que avanzan las agujas del reloj.
Quien paga, paga para
saber, para conocer. “Quiero comprender por qué eligió otra existencia que no
fuera a mi lado”, dice Don Jorge López de Montemayor en la novela, después de explicar al abogado el pasado que le unía
a Mamen Rodríguez Albornoz, consultora especializada en protocolo familiar que
aparece muerta aparentemente por infarto. Su hijo, único heredero, pretende
cobrar el seguro de vida de acuerdo a la tasa más alta, que se corresponde con
haber muerto en jornada laboral, trabajando para su empresa. Y para ese fin, para
demostrar que a esas horas estaba trabajando, se contrata al abogado.
Quiere conocer su vida
real, reconstruir qué pasó, saber cómo vivió Mamen los últimos años. Aparentemente le mueve
el afecto y la memoria sentimental de un pasado compartido, más que el deseo de venganza,
de encontrar culpables y llevarlos a la cárcel. Sin embargo, el relato, en una fase literaria más avanzada, nos conducirá a descubrir que el enamorado se guía por otras razones no tan románticas.
No es un novela que habla de
víctimas y responsables malos frente a policías e investigadores buenos que
rescatan vidas y que se alejaron de la normalidad en una fase de sus pesquisas para aplicar de nuevo el imperio del orden y de la ley, una vez
investigados y penalizados los hechos punibles. En la novela de Cort la sociedad es, de manera permanente, injusta y desigual, es una sociedad corrupta y decepcionada, que no se
reconstruye a sí misma sancionando o llevando a la cárcel a culpables, ladrones y asesinos.
En la sociedad que retrata Cort los negocios se asientan sobre la corrupción y
los buenos sentimientos se trufan con el afán de dominio y especulación.
El autor no tiene una
producción extensa, porque para él escribir constituye una segunda profesión. En 1996
publicó Tiempo muerto, en 2012 Amigos y conocidos, y ahora, siete años
después más dos de pandemia, El pasado siempre llega tarde. Con este título
entra por pleno derecho literario en la nómina de escritores valencianos de
novela negra y se agrega a los nombres de Ferran Torrent, Vicente Garrido,
Vicente Marco, Emili Piera, Bel Carrasco, Carlos Aimeur, Juanjo Braulio, entre
otros.
Sus referentes los encontramos en la impresionante producción novelesca y de relatos de Raymond Chandler, maestro del género, de cuyos detectives toma el apellido Dalmas, que él acentua como Dalmás. Se inspira en Philip Marlowe para dar vida a un abogado descreído, que aplica las técnicas policiales para conseguir de manera ilícita documentos e información. Un abogado que actúa y también reflexiona.
El relato está lleno de una permanente ironía y crítica a la sociedad valenciana, a la sociedad española de 2015, intención que convierte la novela en un texto que va más allá de cautivar al lector con la pura y trepidante acción que desencadena la investigación detectivesca. Aunque está escrita con pretensión de captar a todos los públicos, al ofrecer unos diálogos muy bien entrelazados y dinámicos, creo que los lectores que conozcan el mundo de las empresas y las luchas de poder entre las élites económicas van a encontrar en esta novela negra un espejo atractivo a la vez que incómodo.
El personaje principal
es un abogado con arrojo, siempre hace la pregunta directa, calla para
preservar su honorabilidad y es consciente cuando rebasa la frontera de lo
lícito. "Investigadores que se transforman en ladrones", se puede leer en la
página 142. Es un narrador en primera persona de todo lo que va sucediendo. Nos
incorpora a los lectores en sus reflexiones y sus dudas cuando tiene frente a
sus ojos el dilema de elegir entre varias opciones para continuar el desarrollo de la investigación. En
determinados capítulos hace balance de lo vivido y plantea en voz alta líneas
de trabajo futuro. Cada jugada la explica como si estuviera ante un tablero de
ajedrez y evaluara sus posibilidades y las respuestas del contrincante. De modo
que Juan Dalmás es un narrador marcadamente analítico.
Al mismo tiempo es un
hombre de acción, siempre va hacia delante, aunque al final de la novela en
cierto modo se dé por vencido ante la magnitud de la estructura de corrupción
con la que él y su detectivesa han chocado. Al final puede decir misión
cumplida a su cliente, o casi cumplida. Pero más allá del motivo inicial del encargo que ha resuelto
favorablemente para su cliente, Dalmás ha descubierto tantas tramas de
corrupción empresarial y social colaterales que en cierto modo se siente en la
vida una vez más decepcionado.
El personaje de Dalmás intenta ocupar todo el espacio de la novela, pero tiene una gran competidora, su amante Nina, Saturnina, ex policía nacional, divorciada de un inspector del cuerpo, que trabaja como detective para Dalmás, y le obliga a compartir protagonismo literario. El contrapunto analítico femenino da mucha consistencia al relato, en especial porque Nina es una mujer ambivalente: persona muy fuerte ante su amante por un lado, pero por el otro es una mujer que, sin embargo, tiembla y se empequeñece cuando tiene delante a su exmarido. En la investigación ambos aportan puntos de vista complementarios: cuando duda uno el otro afirma y al contrario. Quien es responsable de la planificación es Dalmás y ella en ocasiones le recuerda que es su asalariada para no entrar en conflicto con su empleador y amante. Y también porque no quiere asumir todos los riesgos que desencadena la actuación de Dalmás. De hecho, al final, sus destinos se bifurcan.
El pasado llega tarde
si se pretende conjugarlo en presente. El pasado no llega tarde si se proyecta
en el hoy como memoria, como recuerdos, como lealtades, como experiencias
positivas, como afirmación de un vínculo con quienes te precedieron, si se
rescata para reparar un daño producido injustamente. Dicen que el paso del
tiempo permite olvidar las desgracias, también las esperanzas. Depende. Como
ejemplo, este importante libro de Ignacio Cort.
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