lunes, 11 de marzo de 2013

JORGE BALLESTER, INCLASIFICABLE


Jorge Ballester nos obligó a prescindir de su presencia artística durante 35 años. Pero, afortunadamente, en el último tiempo su obra vuelve a lucir sobre muros de galerias y salas de exposiciones para deleite de los espectadores que disfrutamos con los creadores, y también con los detractores, del arte contemporáneo. La última cita se está produciendo en la Galeria Punto de Valencia, su casa matriz en cierto modo, porque la familia Agrait fué quien impulsó su etapa de creación colectiva con Joan Cardells bajo el paragüas colectivo de Equipo Realidad, ha sido y es su más reconocido marchante, y ahora acoge de nuevo una atractiva selección de su manera de pintar en solitario en muy diversas épocas. A esa selección de cuadros se agrega  el añadido final de un conjunto de objetos cotidianos a los que Jorge les dota de una nueva dimensión poética y estética. Un inquietante zapato negro transformado de madrugada en araña de altas patas nos recibe rodeado de piedras que son pechos y botellas que pueden ser paragüas. Inquietante dadaísmo.  
La celebración en la galeria de un coloquio sobre la creatividad, en el que acompañaron a Ballester, el catedrático Ramón de la Calle, el escritor Joan Dolç y el profesor y exdirector general de Bellas Artes, Jaime Brihuega, dió nuevo sentido a su actitud contestaria y a su permanente crítica del mercado del arte, permitió desconfiar del oficio del pintor que crece mediatizado por unos gustos mercantiles. Cuando el nuevo ecosistema comunicativo y cultural de la producción de arte en la globoesfera virtual, en la nube intercultural, está poniendo en solfa el sistema tradicional de producción y difusión de la obra de arte, al tiempo que está cuestionando la piramide cultural de minorías y elites que marcan gustos y tendencias de las mayorias, el testimonio de Jorge Ballester vuelve de nuevo con fuerza a tocar las conciencias por su vocación de "antisistema" irredento. Sin saber por qué, ni cómo, ni cuando, lleno de dudas como si tratara de la primera obra, este artista, hijo y sobrino de artistas republicanos españoles, revisa una vez más en esta exposición la gran tradición plástica e iconográfica del arte de entreguerras, de la fotografía del siglo XX, tratando de ocultar su profunda profesionalidad tras el velo de la inocencia, del placer de trabajar sintiendo y buscando emociones.
Nos encontramos en una radical transición ideológica y estética del oficio y del mercado artístico. En esta encrucijada los francotiradores como Jorge Ballester siguen con la mirada puesta atrás, para recordar los instrumentos y los valores tradicionales que no hay que abandonar en ese salto en el vacío en el que parecemos todos embarcados por necesidad. A ese futuro nos apuntamos tambien, pero en tono crítico, aportando el bagaje sabio de las escuelas y movimientos estéticos que nos precedieron. Las nuevas lecturas de Picasso, Braque o Duchamp que aporta la ironía estética de Ballester  nos permiten desacralizar el arte contemporáneo, en especial el de las vanguardias de entreguerras, para incorporarlo al nuevo equipaje que exige la situación de cambio. Pero a Jorge que no le esperen ya en ese futuro. Desconfía de su virtualidad. Tal vez por eso ha vuelto, y en tres años ha presentado todo el conjunto de la obra que había construido durante décadas de silencio. Lo suyo no es un juego, porque le duele mucho vender sus cuadros, desprenderse de su obra. Es la actitud moral del que no quiere participar del ritual compro-vendo cuando lo que hace es arte inspirado, construido desde la emoción y la memoria.

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