jueves, 14 de septiembre de 2023

CASANDRA Y TEODORA, MONÓLOGOS DE IRENE PAPAS

Cuando hoy, 14 de septiembre de 2023, se cumple el primer aniversario de la muerte de la actriz  griega Irene Papas, creo importante recordar su faceta profesional poco conocida, relacionada con una escritura teatral adaptada a su intensa manera de interpretar y representar personajes. Durante su larga e interdisciplinar trayectoria artística en la pantalla y en el escenario no ocultó la fascinación que le producían dos mujeres que lucharon por hacer escuchar su voz en la Antigüedad: Teodora, emperatriz de Bizancio, y Casandra, hija de Príamo y Hécuba. 

Esos dos nombres pertenecientes a nuestra tradición mediterránea fueron objeto de unos textos escritos en griego moderno por Irene, que tuvo interés en traducir al castellano durante el período histórico que colaboró con la cultura española, entre 1987 y 2007. El primer monólogo - que también está traducido al inglés por Michael Cacoyannis-, lo representó numerosas veces, acompañada por cantos bizantinos. Por el contrario, el mito de Casandra nunca lo transformó en espectáculo personal, tal vez por no estar segura de la fuerza teatral del extenso monólogo que había creado, inspirada en otros textos sobre el personaje. 

Hay que señalar que Irene nunca pretendió que se le reconociera como dramaturga o poeta, aunque personalmente gozara escribiendo textos ajustados a las reglas literarias de estas disciplinas. Otra aspiración que también tenía era dirigir cine, pero nunca dió el paso o encontró la oportunidad. Por el contrario, en ese período de cambio de  siglo se dedicó a fondo a dirigir espectáculos en los que también actuaba.

Teodora tuvo que luchar en el siglo VI d.C. por su injusta consideración social de prostituta, pues había sido una artista vinculada al mundo del espectáculo antes de unirse a Justiniano I. Esa mala fama ella la transformó en una acción positiva, al regular un conjunto de medidas sociales favorables a las mujeres que remaban contra corriente en la sociedad de su tiempo. Esas normas, anticipatorias de lo que sería la  lucha de la mujer en otras culturas no bizantinas bastantes siglos después, pasaban por garantizar los derechos de propiedad de la esposa cuando se aplicaba el divorcio en un matrimonio, prohibir la prostitución forzosa, crear centros para ofrecer nuevas oportunidades sociales a las mujeres que quisieran dejar la prostitución, castigar con la pena capital el delito de violación... y así otras decisiones que, indirectamente, ayudaron a encumbrar la fama política del emperador, su esposo, en el imperio turco.

                                    


Teodora, emperatriz vinculada a la tradición histórica, mujer de carne y hueso, que Irene homenajeó sobre varios escenarios europeos con un espectáculo de carácter intimista y marcadamente poético, tuvo su complemento dramatúrgico en el tratamiento literario del mito de Casandra, que Irene desarrolló a lo largo de un bello, largo y extenso poema dramatúrgico inspirado en una profunda reflexión, ensayística y novelística, de Christa Wolf. La rémora social del poder patriarcal y la capacidad adivinatoria y anticipatoria del feminismo marcan la corriente de fondo de la extensa y solitaria reflexión en el largo relato creado por la escritora alemana. Irene eligió el mito de Casandra para ejercer su pasión interpretativa y literaria, después de haber convivido y representado infinidad de heroínas y personajes escritos por los maestros de las tragedias griegas. A Irene le inquietaba que una sociedad no aceptara, e incluso fuera capaz de condenar, a una mujer que deseaba anticipar la verdad del futuro ya que gozaba del don de la profecía, regalo de los dioses.

Casandra y Teodora, dos mujeres con voz propia en la Antigüedad, elegidas por nuestra querida Irene para ejercer de dramaturga involuntaria, están reclamando una oportunidad lectora para que algún día puedan leerse en una edición en castellano y animen a determinadas intérpretes de nuestro país, deseosas de asumir riesgos, a representar estos textos en escena. El monólogo de Teodora fue la lección académica con la que Irene fue investida doctora honoris causa en la Universidad Tor Vergata de Roma en 2001.


Hace un año que despedimos a Irene, pero su obra, su memoria, sus creaciones artísticas, sus imágenes, sus películas, sus canciones, sus escritos, siguen permaneciendo entre nosotros. Del mismo modo que mostré en su momento, en un cariñoso obituario publicado en la revista Primer Acto, palabras de sentidos recuerdos, reitero ahora en estas líneas un ofrecimiento: "Seguiremos siendo tu indestructible tripulación de un navío marcado por todos los rumbos artísticos posibles. Los amigos que te recibimos un día lejano en el teatro romano de Mérida [momento que refleja la foto de abajo] para emprender un largo viaje cultural por España, estamos seguros de que tu cuaderno de bitácora todavía no ha concluido".


Después de representar el espectáculo Poesía en el canto en la programación del Festival de Mérida en el verano de 1987, vistiendo todavía el largo traje negro que lució en escena, disparamos esta foto compartida por Elena Cuesta, Rafael Alberti, Jaime Millás, agachado, Oliva Cuesta y José Monleón, director del festival, Pepe Lliso, con el que Irene comparte manos entrelazadas, Angela Monleón , Antonio Pacheco y su esposa.  Estas personas, y algunas más, ausentes en la foto, formamos su primera tripulación, dispuesta a consolidar su inmersión en la cultura española. Apocalipsis, voz de mujer, Medea, Yerma, Las Troyanas, Hécuba son nombres de algunas de las grandes citas artísticas que Irene ofreció aquellos años al público español e italiano. 

Ahora toca rescatar y ofrecer vida lectora y teatral, como merecido homenaje póstumo, a sus textos sobre Teodora y Casandra. Queridas heroínas del mundo antiguo que Irene defendió literariamente con su ingenio y arte inagotables, y cuya traducción al castellano encargó a Ramón Irigoyen y Antonio Melero, respectivamente, para que se leyeran y representaran en nuestro país.