martes, 24 de mayo de 2011

PEDRO ZARAGOZA, UN VISIONARIO DEL TURISMO DE MASAS EN EL MEDITERRÁNEO



         Recorrió todo el escalafón político que la dictadura franquista permitió a alguno de sus dirigentes. De alcalde de Benidorm, Pedro Zaragoza Orts pasó a presidente de la Diputación de Alicante y gobernador civil de Guadalajara, sin menospreciar antes una dirección general de Turismo en el Gobierno de España y un escaño de procurador en Cortes.
Se autodefinía “franquista republicano” y “gestor” de la cosa pública en beneficio de los administrados. “Soy falangista”, decía en las tertulias, “pero si alguien me dice que soy de derechas me sienta peor que si me insultasen”.
Al morir Franco en 1975 dejó la política, pero decidió no cambiar de chaqueta y recuperó sus negocios y estudios universitarios. Siguió ejerciendo de falangista y franquista nostágico, y sin embargo en su gestión ya había colocado en Benidorm los cimientos del turismo mediterráneo de masas, había creado la oferta de sol y playa al gusto de las mayorías jubiladas, del mismo modo que el moderno estado del bienestar gracias a la socialdemocracia europea habia puesto al servicio de todos la asistencia sanitaria y la educación gratuita.Y todo esto guardando fidelidad, como escribo con incredulidad, a una ideologia trasnochada, propia de la dictadura totalitaria que había generado este polémico personaje.
     Con esta tarjeta de presentación biográfica cabe preguntarse tres años después de su muerte, ¿con qué apoyos y colaboraciones contó el fundador del Benidorm moderno para ejercer de visionario del turismo europeo de masas, mientras como político profesaba el aislamiento franquista y la democracia orgánica?. La apertura y consulta de su archivo da pie a encontrar en sus documentos alguna respuesta verosímil a esta elocuente contradicción.  
         El archivo personal y administrativo de sus años de politico franquista se encuentra depositado en la Universitat de Alicante (UA), para que los investigadores puedan reconstruir episodios de su trayectoria. Este legado a la UA no es casual, pues su admiración por el mundo universitario le transformó en un insólito estudiante octogenario hasta su muerte, acaecida el 1 de abril de 2008, con 85 años. Zaragoza antes de expirar había decidido que su memoria política permaneciera entre los muros de la institución porque en ella había ejercido de profesor colaborador de la Escuela Oficial de Turismo, después de estudiar esa especialidad. En la vecina Universidad de Elche también estudió en la vejez los tres primeros años de Periodismo.

Gesto de humildad

         “Era un hombre vital e inquieto”, afirma el profesor Fernando Vera, que lo tuvo de alumno. “Matricularse con casi 80 años en un programa formativo es un gesto de humildad y de grandeza al mismo tiempo”. A sus discípulos, con los que Zaragoza mantuvo frecuentes coloquios, les explica que en los años 50 anticipó en la costa alicantina lo que luego en los 60 serían las grandes actuaciones del turismo español.
    En realidad siempre mantuvo viva la curiosidad de saber. Al finalizar los 70, y coincidiendo con su alejamiento de la política activa, concluyó por fin la licenciatura en Derecho para ejercer de abogado urbanista en su recién estrenada vida privada. Parece que su vinculación al saber universitario va a continuar después de muerto, pues existe el proyecto de crear en la UA una cátedra de estudios turísticos con su nombre.
         Hoy sorprende que al entrar en la alcaldía de Benidorm en 1951 (la dejó quince años después) defendiera la planificación en la actividad turística, el respeto al medio ambiente y la estrecha colaboración con arquitectos y urbanistas. En el diario “Madrid” escribió de la necesaria relación entre arquitectos y alcaldes. También en un pleno municipal convocado de urgencia de noche se opuso a la urbanización de la simbólica Isla de Benidorm y pidió su declaración como espacio natural. Del mismo modo se pronunció en contra de la transformación del puerto pesquero en puerto comercial para salvaguardar la calidad de las aguas de las extensas playas, el principal recurso turístico del municipio. Ambas medidas ahora nadie las cuestiona.



         Favorecido por la mano del arquitecto vasco Pedro Bidagor, promotor de la ley del Suelo desde una dirección general del Ministerio de la Vivienda, consiguió que Benidorm disfrutara del primer Plan General de Ordenación Urbana en 1954: regulación de 15 millones de metros cuadrados, ocho kilómetros de playa y acantilados, urbanización de dos millones de metros cuadrados, 15.000 metros de nuevas calles… estos números constituían las grandes cifras de un megaproyecto todavía vigente. Y aseguraba, en los medios informativos de la época,que no hubo expropiaciones.
          Asi pues, sus vecinos y administrados apoyaron su sueño: levantar en un pueblo marinero de 2.300 habitantes una nueva ciudad de vacaciones para recibir a la emergente clase media europea en una zona natural privilegiada. Los operadores turísticos del Reino Unido a su vez convencieron para construir en vertical en vez de horizontal, y Benidorm se convirtió en la nueva ciudad británica de ocio del Mediterráneo.
En audiencia ante Franco en 1965 defendió el sueño de Benidorm como la mejor postal de la España franquista: “cientos de miles de europeos…han regresado a sus países con un prejuicio menos en relación con la verdad de España y con el verdadero sentido de las realizaciones del Movimiento”.  En otra audiencia posterior, recogida también por su archivo personal, aseguraba que “la nueva riqueza creada no ha servido para enriquecer al latifundista del turismo sino para arraigar en el pueblo a esos mismos que antes emigraban”.

Auténtico patriarca 
    Al sociólogo urbanista Mario Gaviria no le extraña que el PGOU tuviera el respaldo de todo un pueblo, porque Zaragoza siempre se comportó como un auténtico patriarca. “Ejerció de personaje decimonónico, de benefactor del pueblo. Era un patriarca como los que encontramos a lo largo de las culturas mediterráneas, con un sentido del servicio por los demás muy arraigado”. No ocultaba su ideología falangista,pero respetaba las opiniones especialmente de los técnicos que trabajaban para él (como las de Gaviria, abiertamente de izquierdas) y prestaba ayuda a quien la pidiera. Sin embargo, en público las diferentes corporaciones democráticas del PSOE y del PP fueron objetivo habitual de sus críticas y pocos elogios.
Gaviria en los años 70 realizó el estudio medioambiental de Benidorm y reforzó los criterios del PGOU. “Como patriarca se mantuvo siempre vigilante y observador de la realidad”. No cambió de ideología, para “mantener la congruencia”, asegura el profesor Vera. Zaragoza decía: “proliferan los traidores y los cobardes, pero aun quedan personas consecuentes que no nos arrepentimos de lo que hicimos”.  

Llega el turismo
 Al entrar en la alcaldía con sólo 27 años, impulsó, con aires de visionario y precursor, la apertura turística de España. Políticamente seguía siendo un país negado en el exterior por la ilegitimidad democrática del régimen franquista. Una de las batallas de Zaragoza para conseguirla pasaba por cambiar las costumbres morales. “En la temporada de baños debe resplandecer la moralidad pública”, decía un bando local de 1951, que conserva su archivo personal. Se prohibía “el uso de bañadores que por su forma o parte del cuerpo que dejan desnudo ofendan al pudor o decencia pública”. “Los bañadores femeninos deberán ser honestos”, no como el biquini de las extranjeras. Los caballeros no podrán vestir “taparrabos o bañadores que no sean pantalón de deportes, meyba o similares”. Fuera del agua obligatorio taparse con el albornoz.  




Pues bien, Pedro Zaragoza, amenazado con la excomunión por hacer vista gorda al uso del biquini en Benidorm, se atrevió en 1952 a sancionar a quienes insultaran a las extranjeras que vestían dos piezas en la playa. Pese a difundir esos bandos en su playa, su instinto para realizar golpes mediáticos le impulsó a coger su vespa y viajar a Madrid para justificar ante Franco la medida y menospreciar a los jerarcas locales en su trasnochada moralidad. Salió vencedor. El dictador debió quedar reconfortado con el ímpetu del joven alcalde, pues tiempo después le concedió su estrecha amistad familiar y la estancia vacacional de Carmen Polo en su propia casa. Zaragoza contaba que esos días, para él privilegiados, dormía con una pistola bajo la almohada para garantizar la seguridad de doña Carmen.  
         El archivo ofrece asimismo abundante información sobre las relaciones personales y políticas que mantuvo, orientadas sobre todo a promocionar Benidorm, con los nombres más populares de la época. Al príncipe Juan Carlos de Borbón le pide ayuda para obras benéficas. Con el heredero de la corona austrohúngara, el archiduque Otto de Habsburgo, europeísta y cristiano, abre un foro político para debatir las relaciones de España con  Europa y Extremo Oriente. Fruto de esa relación el monarca sin trono mantiene abierta una residencia en el municipio alicantino. Perón, desde su exilio obligado en Madrid, le agradece el envío de manzanas, limones y licores, y le corresponde con un intermediario, el cantante Carlos Acuña. Pedro Zaragoza le alaba al destacar “su gran sentido social, única forma de poder susceptible de hacer frente a la oposición yanqui y soviética” y le invita a repetir vacaciones en Benidorm con su esposa Isabelita.
         Otra relación personal que hace valer con frecuencia para llevar a cabo sus proyectos es el ministro de Información y Turismo Manuel Fraga Iribarne. En octubre de 1964 le pide interceder por nuevas inversiones ante otros ministerios. A Benidorm “puede considerársele un pueblo escaparate debido a los muchos extranjeros que nos visitan y que se llevarán una impresión de España, según la que nosotros les hayamos producido”, escribe al ministro. Le recuerda que el presupuesto municipal de 1950 era de 70.000 pesetas, en 1964 alcanzó los 14 millones y en 1965 los 30 millones. En 1963 Benidorm proporcionó once millones de dólares en divisas cambiadas por los turistas.

"Pueden estar tranquilos"

Pedro Zaragoza argumentó en vida disponer de un archivo “muy completo y detallado”, pero de hecho, hay que subrayar, nunca lo utilizó para perjudicar a nadie porque debió romper los papeles más comprometidos. “Pueden estar tranquilos los que sientan algún temor, pues esas informaciones las guarda no un cajón sino mi conciencia”.
El archivo depositado en la UA ofrece curiosas lecciones de marketing turístico. En Suecia, por ejemplo, se colocaron durante el frío diciembre ramas de almendro en flor traídas de La Marina en los escaparates de las agencias de viaje con el letrero de Benidorm. Los transeúntes entraban sorprendidos para comprobar si eran de plástico o naturales. El lema turístico decía: “el sol pasa el invierno en Benidorm… y la brisa el verano”. La campaña además garantizaba el sol. Por cada día que el sol no saliera, la estancia en el hotel era gratuita. Otra imaginativa iniciativa garantizaba la programación del viaje de boda premiando a los vascos que se casaran el día de la Virgen de Begoña con un equipo completo para el primer bebé.
         Una campaña de desprestigio de Finlandia contra el turismo español se contraprogramó con la estancia promocional de una familia de lapones, que criaban renos, en las playas de Benidorm. La audiencia ante Franco con su traje típico fue portada de prensa muy colorista. Y el baño de los laponés en la playa una odisea. 




         Pedro Zaragoza hasta los últimos días de su vida mantuvo firme su interés por ayudar a los vecinos de Benidorm y ejercer de patriarca. Sorprende, por ejemplo, que tras su muerte la prensa de Alicante publicara el testimonio de una mujer progresista, agradecida porque le ayudó desinteresadamente a que su hijo superara un cáncer.Posiblemente su respeto a los técnicos de ideologias abiertas y su conciencia de la política entendida como servicio, le permitió mantener el doble juego de su mano derecha fiel a la democracia orgánica mientras la izquierda practicaba la opinión popular. 



 

martes, 17 de mayo de 2011

CASTIELFABIB, EN EL RINCÓN DE ADEMUZ


         Si la iglesia fortaleza de Castielfabib estuviera localizada en una capital de provincia ya habría originado extensos informes y más de una iniciativa novelesca. Su larga rehabilitación, cuyo final todavía no se divisa pues dependerá de las futuras subvenciones, ha permitido regenerar partes esenciales del edificio, como las cubiertas, y realizar catas que marcan un camino complicado pero apasionante.
         Este pequeño pueblo situado en el extremo norte del Rincón de Ademuz ha pasado a las crónicas viajeras como uno de los lugares donde todavía los mozos se agarran a la campana Guillermina de la iglesia para hacerla voltear en Pascua desafiando una caída al vacío desde más de 40 metros de altura. Precisamente el templo medieval que acoge ese campanario reúne testimonios valiosos de la historia que escribieron moros y cristianos desde el siglo XIII en estas tierras por donde los caballeros aragoneses iniciaron su conquista. Desde un torreón de la fortaleza se divisan poblaciones turolenses que acompañan al Guadalaviar o Turia. Si el campanario ha hecho famoso al templo y al pueblo, llegará un día que la historia del templo redoblará esa fama merecida.
         La iglesia está construida en el cuarto piso superior de una sólida fortaleza, que fue creciendo conforme se presentaron las nuevas necesidades de uso. Entre las zonas todavía por analizar se encuentran importantes enterramientos de monjes que ocuparon el conjunto arquitectónico y de guerreros y población civil. Hace 800 años, ahora en el verano de 2011, se celebraron Cortes de la Corona de Aragón, como las que en aquellos tiempos pudo acoger otro pueblo fronterizo valenciano, Alpuente, situado más abajo del Rincón de Ademuz y en la misma carretera hacia el litoral. Su estructura gótica, recuperada tras levantar el revestimiento neoclásico, permite asegurar al arquitecto de la rehabilitación, el valenciano Francisco Cervera, que hubo ambición por construir un templo sólido y elegante. Pero el hecho es que aquel pasado ha quedado tapado por siglos de desidia y olvido, y ahora la tarea para devolverle su valor artístico resulta inmensa.
         Castielfabib, el castillo de la amistad en traducción del árabe, tiene un urbanismo imposible como Ademuz y otras poblaciones de la zona. Por eso los nativos siguen cantando “si te casas en Castiel no te faltarán tormentos, subir y bajar las cuestas e ir y venir del convento”.  Son poblaciones con desniveles muy marcados al situarse en laderas de montañas abruptas.
         En la jornada que dedicamos a esta zona los escritores valencianos de turismo pudimos comprobar la seria labor realizada por el complejo de turismo rural Los Centenares en la recuperación de especies frutales (manzana esperiega), productos de huerta y microreservas de flora autóctona.
         La cita gastronómica con Casa Domingo, en Ademuz, pioneros de la promoción turística de la zona, cumplió sobradamente las expectativas. El arroz empedrado llegó después de sabrosos entrantes (ajo arriero, migas…) cocinados con productos del cerdo como base. Y para finalizar buñuelos de manzana. Es la segunda y tercera generación que siguen el negocio de Domingo Aparicio, fundador del restaurante en los años 70, ampliado a alojamiento y otras necesidades turísticas.
         Los de Ademuz están muy cerca de Teruel, pero tienen claro que la historia autónoma valenciana comenzó en su tierra. Tuvieron que recordarles a las tropas de Jaime I que siguieran tierra abajo porque en el litoral había más valencianos.