miércoles, 28 de noviembre de 2012

EL CUADRO DESCONOCIDO DEL EQUIPO REALIDAD

            Cuando hace unos días visitaba con curiosidad la exposición de los cuadros del Equipo Realidad procedentes de la Fundación Martínez Guerricabeitia y otras colecciones, pinturas que una vez más lucen su potencia visual sobre los mismos muros del centro cultural La Nau que ocupó la exposición individual de Jorge Ballester el año pasado, salí del espacio animado a mostrar a mis seguidores del blog una pintura del Equipo Realidad, perteneciente a la serie Cuadros de Historia, que jamás ha sido expuesta en público.
            En el acceso a la sala el autorretrato de Jorge Ballester y Joan Cardells  recibe al visitante. Con él intentaron sustituir la foto oficial que estaba preparada para el catálogo de la Sala Vinçon de Barcelona. Jorge pintó a Cardells protegido por su severo chaquetón de cuero negro y Joan retrató a Ballester vestido con un traje de rayas y jersey, en actitud informal, pero siempre elegante. Esa fue la primera y última vez que realizaron este juego a dos pinceles y cuatro manos. No vivían cultivando el autobombo. Era 1974. Su proyecto estético compartido estaba a punto de poner el cartel de fin, aunque no se había agotado. Más bien al contrario, y desde la perspectiva de hoy, gozaba de una contundente coherencia y voluntad de permanencia estética.
            El cuadro de El entierro del estudiante Orgaz ilumina la pintura de El Greco con un rayo que fulmina la vida de un estudiante en Santo Domingo. Se encuentra junto a la cristalera de entrada de la sala de exposiciones. Fue el estreno del Equipo en 1966, el primer resultado del trabajo colectivo, haciendo uso de una iconografía universal, la Historia del Arte más prestigiosa de nuestro país. Luego la atención estética se dirigiría sobre todo a las imágenes del acontecer narrado en la prensa.
            El itinerario de la exposición concluye con la pintura inacabada Recepción oficial. Don Juan Carlos y el representante de los excombatientes y extrema derecha Girón de Velasco dándose la mano. El rostro del futuro Rey está sólo dibujado, no tiene todavía color ni expresión. Entre uno y otro cuadro, numerosas pinturas pertenecientes a diversas series del catálogo de los Realidad. Pero me interesa subrayar el impacto visual que siguen produciendo los dos cuadros dedicados a la inspección del cadáver de Calvo Sotelo por el juez y el forense. La misma composición la pintaron dos veces, idénticas en casi todo, excepto en la situación del cadáver. La primera reproduce la foto de la enciclopedia, la segunda eleva el cadáver a la parte superior dispuesto a caer como una losa sobre los personajes del cuadro y la sociedad que representan. Anverso y reverso de nuestra historia contada en imágenes.
            Pues bien, la pintura que quiero mostraros corresponde a una pieza que iba a formar parte del catálogo de la exposición de Vinçon (1974), pero se quedó en el camino, aparcada por su formato inusual (81x100 cm) en la serie Cuadros de Historia, por la incorporación del título en el pie del cuadro y por el uso del color marrón en una producción que tiñó de gris y negro toda las creaciones, hasta las macetas y palmeras de plástico que ornamentaron lo que había sido estudio de pintura del modernista Ramón Casas en el Paseo de Gracia fueron grises. Incluso Cardells y Ballester estuvieron dispuestos a pintar sus caras de gris (el color de la represión franquista), pero optaron por no hacer el payaso en la inauguración.

De aquella aventura estética e informativa de Vinçon en la que participé por deseo de Jorge y Joan procede que me agregaran a la pintura que ahora muestro: ejerzo de periodista de tribunales en el juicio del dirigente troskista Julián Gómez, “Gorkin”. La imagen fotográfica procede de 1937. Faltaban unos cuantos años para que yo naciera. Mi foto fue extraída de la orla universitaria de Filosofía y Letras de 1971. En agradecimiento a las diferentes colaboraciones de prensa que escribí sobre su exposición quisieron obsequiarme con este anacronismo fotográfico y  con un juego estético que creo no repitieron con otro amigo.
El cuadro luce todos los días desde entonces en mi espacio de trabajo y a partir de ahora también en la nube virtual.  El coleccionista y estudioso del arte Javier Lacruz fue el primero en empujarme a sacar esta pintura del anonimato y contar la aventura en su excelente monografía dedicada al Equipo Realidad, publicada en 2006 por Mira Editores. En el minucioso inventario de la obra pictórica publicado en el libro aparece en la serie Hazañas Bélicas o Cuadros de Historia con el número P124. En la primera página del libro Jorge escribe: “A mi entrañable amigo Jaime, compañero de una buena parte de esta historia”. Tal vez fue el cuadro más insólito e inclasificable que compusieron Ballester y Cardells en sus diez años de maestros del realismo español. Ahora me parece oportuno compartirlo con los que seguís estas crónicas azarosas.       

lunes, 26 de noviembre de 2012

UN ENCUENTRO ARTÍSTICO CON VOCACIÓN DE PERMANENCIA


            Con el recital de Ainhoa Arteta dedicado a María Callas el próximo uno de diciembre en la iglesia de San Miguel de los Reyes y la clausura de diversas exposiciones a mediados de mes se cierra el programa del encuentro cultural ArtinGroup 2012. Esta es una joven manifestación de las artes en la que, pese a su escaso rodaje, creadores consagrados y nuevos valores emergentes pudieron confrontar estilos y puntos de vista durante las ponencias y debates del pasado mes de octubre. Detrás de esta iniciativa se encuentra la plataforma de agitación cultural Le Fabrique. Desde Valencia, con el apoyo colateral de algunas instituciones, está intentando cubrir un espacio que, en el tiempo de las vacas gruesas, la Generalitat quería ejercer de manera exclusiva. 

Es sorprendente el cambio que se ha producido en la gestión cultural valenciana los últimos años a causa de la nefasta tesorería de la administración autonómica. La gestión cultural de carácter público que antes se deseaba llevar a cabo sin rivales en el horizonte ni compañeros de viaje se ha convertido ahora en un mero ofrecimiento de infraestructuras y locales para que sean otros los que pongan el presupuesto, el trabajo y el programa. Iniciativas como esta si no contaran con el apoyo de patrocinadores  (bancos, empresas varias, fundaciones…), que ahora ya no se fían de los ruinosos presupuestos del poder autonómico ni de las iniciativas de gestores corruptos, pasarían a engrosar la lista de proyectos fallidos en el primer intento de salir a la escena social. De eso sabemos mucho en la ciudad de Valencia: sueños de una noche de verano que se desvanecen y se esfuman cuando arrecia la gota fría. Pero por la inteligencia y el coraje de sus impulsores en esta segunda edición este festival artístico ha superado las expectativas de la primera convocatoria y ha puesto unas bases para que en próximas ediciones se consolide este proyecto de intercambio de experiencias culturales.

        Tuve la oportunidad de animar un coloquio en torno al testimonio de la soprano Ainhoa Arteta sobre el legado y el mito de María Callas, de la que se está ofreciendo una interesante exposición en el convento del Carmen dedicada al vestuario que lució en escenarios de todo el mundo, documentos, libros y cartas que conservan como reliquias culturales los responsables de su Fundación en Venecia. Se trataba de establecer un puente coloquial entre un estilo legendario de arte lírico, pionero en el caso de la Callas, proclive a situar los avatares amorosos de su aventura vital, según algunos, por delante de su incomparable calidad artística, y la percepción del divismo cultural que hoy se tiene en el mundo de la sociedad de la información y la comunicación. Es inevitable subrayar la voracidad con que nuestra sociedad encumbra y olvida las personalidades del arte actual. Frente a esa vulnerabilidad, los artistas más solventes de ahora, como es el caso de Ainhoa Arteta en la lírica española, saben que el reconocimiento y la calidad se alimentan de la constancia, la oportunidad, el trabajo, la inspiración y la capacidad de evolución. En estos casos la visibilidad, la fama y el divismo son factores que añaden otros a unas carreras consolidadas, los mercaderes de modas y recambios culturales.  

sábado, 11 de agosto de 2012

TEATRO Y AUTONOMIAS: DEL CAFÉ PARA TODOS AL CAFÉ ¿CON O SIN?

             Café para todos es la expresión que ha popularizado el dilema en el que se encontraron nuestros/as diputados/as constituyentes a la hora de diseñar un proceso autonómico. El reconocimiento explícito de las nacionalidades históricas servía de puente para dotar de autonomía política y económica otros territorios nacionales, aunque no la reclamaran. La profunda crisis de estos últimos años está siendo territorio abonado para los nostálgicos de una España centralista, de un Estado gestionado desde Madrid, depositario de las esencias de la unidad nacional que inventaron durante el franquismo. De nuevo los mal llamados patriotas están buscando la oportunidad para aplicar un reduccionismo centralizador y cerrar paso a otros caminos vinculados a la diversidad histórica de los pueblos de España y a la reflexión federal.
El proyecto del café para todos ya ha realizado un largo camino, que no tiene marcha atrás. Durante tres décadas ha dado un impulso irreversible y una riqueza incuestionable a las 17 autonomías. Pero ahora este sueño se ha roto, porque somos más pobres de lo que creíamos y nuestras economías  ya no alcanzan el final de mes. Ha llegado el tiempo de añadir a ese café la peculiaridad de cada territorio, en función de su realidad y sus necesidades, y buscarle el complemento adecuado, que en algunos casos representará añadir un poco de agua o leche al interior de su taza.
Porque parece indudable que los recortes y las tijeras no van a dejar a salvo la cultura. En la producción cinematográfica el descenso de actividad es imparable, y en las artes escénicas, muy respaldadas por las administraciones autonómica y local, la ausencia de contratación y subvención empiezan a ahogar unas estructuras de creación y producción bastante precarias. 
Las artes escénicas, entendidas como sistema de producción artística sostenido por un tejido de iniciativas públicas y compañías privadas, no están exentas de intervención en esta etapa de recortes y vacas flacas. Más bien al contrario. Aunque la industria cultural sea para los nuevos profetas de los llamados mercados la guinda del pastel del ocio y el entretenimiento, el furgón de cola del tren social, se piensa que ha llegado el momento de apostar por la cultura de la no subvención y reducir a la mínima expresión la presencia de lo público. Con sanidad y educación estamos hablando de macroeconomía, de derechos sociales fundamentales.  Pero, con las artes escénicas nos referimos al recorte ejemplar, al tijeretazo en lo  “superfluo”.                                                                              
 Es indudable que la gestión cultural autonómica ha dado consistencia a un tejido de producción y creación, ha permitido levantar nuevas infraestructuras, y por tanto ha incrementado la exhibición y las opciones del público local. Pero este estimulante balance tiene algunas zonas de sombra que a partir de la actual encrucijada pueden quedar en el futuro mejor iluminadas. La España de las autonomías ha generado un nuevo proteccionismo de lo propio, de lo nuestro frente a lo de otros, unas barreras psicológicas de alejamiento entre unas y otras realidades culturales de España, transformando en excepcionales las vías interautonómicas de colaboración, los compromisos de algunas consejerías con el Ministerio de Cultura, por citar sólo algunos ejemplos de actuaciones que ahora tendrían el terreno abonado para salvar la situación de penuria.
El crítico Marcos Ordoñez, en su “Telón de fondo”, describe un panorama bastante drástico en ese sentido: se crearon los Centros Dramáticos en España, a imitación de los usos franceses, pero no se “siguió el modelo descentralizador del país vecino, donde  un centro de Toulouse solía acoger un espectáculo de Grenoble y viceversa”, ni tampoco el modelo inglés “con un sensatísimo sistema de giras, comandado por los Arts Councils, y una poderosa escena provincial”. El análisis de los primeros años de desarrollo autonómico hizo que, según Ordoñez, “el teatro asturiano se acabó quedando en Asturias, el andaluz en Andalucia y el aragonés en Aragón”.  
Es un proceso que en cierto modo recorrieron determinados medios de comunicación que en el inicio de la transición contaron con una edición o una cobertura para el conjunto del territorio nacional y en ella dieron similar rango informativo y el mismo espacio de difusión a una noticia de  Madrid y a una crónica de Valencia, Bilbao o Sevilla. Cuando la edición o la emisión única se fragmentó en ediciones regionales, el caudal informativo unitario se centró de nuevo en la actualidad de Madrid, entendida en general como el Gobierno del Estado, con algunas exclusivas autonómicas. La mayor parte de información periférica se quedó circunscrita al consumo del lector y el espectador local. A cambio se multiplicaron las inserciones publicitarias y las estadísticas de nuevos lectores, pero el trasvase informativo de unos con otros, la configuración de la actualidad nacional a partir de las realidades de las diversas autonomías, pasó a un segundo plano. Y supimos más de nuestra tierra, pero menos de lo que pasaba en Andalucía o en Cataluña.
Algunos sectores culturales de la Comunidad Valenciana han participado de ese nuevo aldeanismo, que reseña Ordoñez, patrocinado por la España autonómica, pero esas posiciones, también hay que subrayarlo, han coexistido con iniciativas que han transformado la creación local en oportunidad de incorporación a un bagaje universal. El proyecto Odisea realizado en el Mediterráneo con colaboración valenciana y de otros países fue un bello ejemplo. En los nuevos usos administrativos se ha echado mano de la partida de nacimiento para conceder la subvención no al que ofrece un buen espectáculo sino al que más años lleva en la plaza y apuesta por una producción mediocre. Pero esas actitudes gremialistas no han sido generalizadas, y se ha favorecido también proyectos escénicos de origen no valenciano que buscaban enlazar el trabajo local con el nacional e internacional. La compañía L’Om Imprebis, de Santiago Sanchez, las experiencias latinoamericanas de la Compañia Hongaresa y Paco Zarzoso, el impulso interautonómico de Albena Teatre son algunos ejemplos, resultado de un experiencia autonómica, que ninguna relación guardan con el proteccionismo escénico.
 
Los valencianos no tuvimos que reinventarnos para ser merecedores de la transferencia de competencias de Cultura, como algunos pretenden señalar ahora. Nos avala una larga tradición teatral y el hecho indiscutible de poseer una lengua propia, que ya fue vehículo expresivo de poetas y escritores de primera línea. La tradición grecolatina y las primeras manifestaciones escénicas en el ámbito de las ceremonias religiosas y fiestas populares (Misteri d’Elx, Cant de la Sibil.la, Corpus…) representa la primera raíz de una vocación escénica. El drama y la comedia del Siglo de Oro tuvo en Joan de Timoneda un brillante precursor, y en Guillem de Castro y en el ilustre residente por unos años Lope de Vega unos maestros de indiscutible vigencia. La mitad del XIX recupera la lengua propia, catalán o valenciano, en un género muy popular, el sainete, que Escalante desarrolla como indiscutible referente de una generación de dramaturgos aplaudidos por el público. En castellano Arniches, Max Aub, Azorín y Blasco Ibáñez, hasta los años 30, aportaron al teatro valenciano nuevas perspectivas parejas a la evolución de la sociedad española. Luego, en el franquismo y la democracia recuperada, Sanchis Sinisterra, Sirera, Alberola, Gil Albors, Molins y otros incorporaron nuevos códigos dramatúrgicos a una tradición que, como pretendo reseñar, está bien arraigada. Y esto si hablamos sólo de autoría. Porque el balance de interpretes, directores de escena y escenógrafos también sería extenso. Ahora bien, esto no impide criticar el hecho de que una autonomía sin especial tradición teatral haya dado prioridad a la creación de su propio Centro Dramático.
El desarrollo legislativo de las artes escénicas en la Comunidad Valenciana estas tres décadas cuenta con aspectos revisables. El arranque fue bueno al crearse un Instituto público, que situó la gestión de las artes escénicas, cine y música bajo el mismo paraguas. El ejemplo del INAEM parecía el más idóneo. Pero luchas de poder internas rompieron el paraguas y cada área pasó a tener su propia entidad administrativa. Posteriormente las artes escénicas agrupadas en Teatres se independizaron de la tutela política de una dirección general para ser gestionadas conjuntamente por una gerencia y una dirección artística. La última regulación legislativa, aprobada en febrero de 2007, fue una ocasión perdida para recuperar el antiguo Centro Dramático con el nombre de Teatre Nacional Valencià, porque su objetivo principal consistió en equiparar la gestión de la danza y el teatro y amarrar el paralizado proyecto de Ciudad de las Artes Escénica de Sagunto.
En el mundo cultural de la Comunidad Valenciana no se entiende que las iniciativas más ambiciosas desarrolladas en los últimos años se hayan proyectado y gestionado al margen de los institutos específicos de cine, música y artes escénicas. Se creó el Palau de les Arts como espacio de ópera y música sinfónica sin un proyecto sostenible y coordinado con la brillante ejecución que en ese campo antes había desempeñado el Institut Valencià de la Música. Para la construcción de la Ciudad de la Luz (estudios cinematográficos de Alicante de proyección mundial), se acudió al asesoramiento internacional y el audiovisual valenciano se quedó una vez más esperando su oportunidad. Con la Ciudad de las Artes Escénicas (espacio de producción internacional de los clásicos para formación de nuevos intérpretes y técnicos, en una nave siderúrgica rehabilitada) la iniciativa pública perdió gas al provocar su inactividad los mismos que intentaron controlar su desarrollo. Desde una autonomía prácticamente en bancarrota resulta difícil hablar ahora de unos proyectos culturales cuya sostenibilidad e integración en la nueva administración valenciana no estaban garantizadas.
Los recortes en las artes escénicas van a venir por el flanco de la subvención. Los liberales del mercado no entienden que la institución pública  subvencione una actividad privada, que debería mantenerse con los ingresos de taquilla y gestión de otros derechos de imagen y reproducción. Las artes escénicas cuentan además con el inconveniente de producir obras de arte perecederas, que no se pueden comercializar largo tiempo, que no se transforman en bienes de consumo estable. La cultura subvencionada atraviesa un largo desierto. Los gestores locales y autonómicos quieren programar solamente aquella actividad que se autofinancie con la taquilla, y eso ya se sabe que significa programar musicales, tres o cuatro ballets, conciertos y recitales. En fin, por ese camino se llega pronto al empobrecimiento generalizado de la actividad escénica, con notables ausencias de nuevas dramaturgias, puesta al día del teatro clásico, producciones públicas de gran calado y espectáculos internacionales.
Los profesionales de las artes escénicas están mostrando, sin embargo, en Valencia un coraje estimulante ante los tiempos de crisis. No es que se pretenda volver a los inicios del teatro independiente, porque la experiencia empresarial de estos años forma parte de un activo innegable. Pero no se han quedado parados y están sustituyendo la ausencia de la tutela pública con la apertura de pequeñas salas de bajo coste donde representan sus nuevos textos y mantienen viva la cercanía de un público que los ha mantenido activos hasta ahora. El 65% de las 25 salas que ofrecen su programación en la ciudad corresponde a esas características de buscar una tabla de salvación frente a la crisis y los impagos de ayuntamientos y Generalitat. La última inauguración se llama Sala Ultramar. Ha reconvertido la antigua sala Gran Cielo en foro para teatro contemporáneo.

(Artículo publicado en la revista de teatro "Primer Acto", nº 342, tercera época)  





domingo, 22 de julio de 2012

RTVE, DE NUEVO, BAJO CONTROL DE UN PARTIDO

   Los medios informativos de caracter público a menudo son moneda de intercambio o afirmación entre fuerzas políticas con aspiraciones de gobierno. Y claramente estas se equivocan cuando acceden al poder e implantan una dinámica de control y amordazamiento. Pues la libertad informativa y la competencia de unos medios públicos vigorosos, seguidos por la audiencia y fieles a un ejercicio de independencia cívica, siempre representan un termómetro de salud mental en cualquier sociedad que desee vivir libre y con opiniones plurales.
   En la década de los 80 del pasado siglo hubo un debate a fondo sobre el futuro de todos los periódicos y emisoras de radio que habían integrado la extensa red de medios de comunicación del franquismo. La radio tuvo la suerte de no sucumbir a los afanes privatizadores de entonces, mientras que los diarios pasaron a ser subastados y también algunos fenecieron en la tumba del silencio. De aquella encrucijada salió una radio pública rejuvenizada por la información local y de cercania a través de Radio Cadena Española (RCE). La cobertura estatal de Radio Nacional de España (RNE) se convirtió también en la gran plataforma de los nuevos estilos de programación y mensajes radiofónicos. Los que optaron por cerrar o subastar cabeceras de periódicos rentables y con una área de difusión definida no dieron la oportunidad de confirmar la eficacia informativa de unos diarios de caracter público, financiados por el erario público y dispuestos a dar juego al conjunto de la sociedad.
   El debate de aquellos años se repitió después a menudo cuando se hablaba del presente y futuro de RTVE, pero a diferencia de entonces, hace unos años el PSOE desde el Gobierno de la nación supo negociar en 2006 su regulación legal para alejar el juego de partidos de la configuración de la nueva Corporación RTVE y fijar una estabilidad presupuestaria y profesional al ejercicio diario del periodismo honesto y competitivo en la televisión y radio. Frente a la manipulación unidireccional del partido gobernante se abrió la dinámica de un amplio control por parte del Parlamento. 
   El PP, a escasos meses de llegar a Moncloa, ha desarrollado una vez más su obsesión de transformar los medios públicos en medios de partido, ha cambiado la mayoria de 2/3 para elegir director general por la mayoria absoluta, y ha emprendido la transformación de TVE y RNE en plataformas informativas domesticadas, al servicio de los gabinetes de prensa gubernamentales, dispuestas a retirarse de las carreras de audiencias para ceder de nuevo el paso a otras cadenas privadas. Con la llegada del PP al Gobierno TVE ha comenzado a perder el primer puesto de audiencias que había conquistado con rigor y juego limpio en los años últimos.
 
 

En la pasada primavera celebramos los 75 años de RNE, asi como los 63 de RNE en Valencia. El estudio móvil abrió sus puertas en una plataforma situada entre la Plaza de Toros y la Estación del Norte para durante dos jornadas acercar a los vecinos de Valencia el juego fascinante de la radio pública. Mis compañeros de RNE me invitaron a participar en un programa sobre la historia valenciana de Radio Nacional para contar la experiencia de radio pública de cercania que desarrollamos en RCE (emisora de la que fuí director regional cuatro años) antes de nuestra fusión con RNE. Mi homenaje al aniversario fué afirmar que del mismo modo que la sociedad española hizo su transición democrática, la radio pública y sus profesionales protagonizamos nuestra transición que no ruptura. Porque no había que olvidar que estos 75 años arrancaron en el transcurso de un golpe de estado contra el gobierno legítimo de la II República Española  cuando el general Franco decidió abrir una red de emisoras como aparato de propaganda y para difundir una información manipulada. Entre muchos conseguimos que una radio de contenido fascista se  adaptara a la libertad política, a la cultura democrática y a la tolerancia ideológica. Por eso en las dos últimas legislaturas  protagonizadas por el Gobierno de Rodriguez Zapatero, RNE y TVE han sido de nuevo siglas de credibilidad informativa y de apoyo mayoritario de la audiencia. Ahora con el afán manipulador del PP se abre una nueva etapa de descrédito de los medios públicos. Se criticará su coste económico con cargo a los Presupuestos del Estado para favorecer a continuación su privatización parcial o total.
   ¿A quién hace daño la información libre y contrastada? ¿Tan dificil resulta aceptar la independencia y la autonomia de unos medios públicos de comunicación que persigan la defensa del interés general y del libre juego político de la democracia?

jueves, 16 de febrero de 2012

MASIA DE MIJARES, ENTRE VIÑEDOS Y PINARES

La carretera comarcal CV-429, en el término municipal de Yátova, es una vía de comunicación de uso poco habitual en el interior de la provincia de Valencia, protegida de agresiones urbanas no así de plagas incendiarias que han devastado en algunos parajes su masa forestal. A lo largo de 33 kilómetros, con tramos de carretera bastante quebrados pero con un asfalto de calidad, se pasa desde Macastre y Yátova, en la comarca de La Hoya de Buñol, a las tierras de La Portera, en la carretera N-330 Requena-Almansa, dirección comarca de El Valle de Cofrentes.
Con un trazado en cierto modo paralelo a la N-III se produce la ascensión desde el llano litoral de Valencia a la plana de Utiel y Requena. Por la vertiente norte de la Sierra Martés (1.086 m.) y las cuencas de los rios Magro y Mijares discurre este itinerario que nos traslada del litoral a la meseta, de los naranjos a los viñedos, del clima templado al frío serrano.
Mi descripción hoy de esta excursión de interior corresponde a un doble motivo: por mediación de un investigador ha caido en mis manos estos días un recorte de prensa valenciana de agosto de 1883 que habla de los vinos de Mijares presentados por los hermanos Millás Casanoves (Manuel y Vicente) a la Exposición Regional Valenciana de ese año con excelentes resultados. Por otra parte he decidido volver una vez más a las tierras que mis antepasados ocuparon, cultivaron y cuidaron hasta los años 40 del pasado siglo para rememorar hazañas y aventuras que integran mi imaginario adolescente.
Pero antes de llegar a nuestro destino quiero describir algo más este antiguo camino de caballerias, que en una de sus primeras vueltas y revueltas regala a la vista una panorámica del llano de Valencia, con la torre solitaria del castillo de Macastre en primer término y el mar al fondo de la panorámica. El perfil del monte Motroton (612m), absolutamente plano en su parte superior y con laderas simétricas, se situa a la izquierda. La finca del Peñon de Mijares marca el final de este primer tramo sinuoso ya que la carretera a partir de esta cota se abre a la cuenca del río Mijares con amplios campos de frutales y pequeñas huertas. La vistosa propiedad se situa entre senderos de largo recorrido y próxima a un antiguo yacimiento ibérico.
En el kilómetro 17, junto al puente que atraviesa el río Mijares (su nacimiento se situa en la montaña de Siete Aguas), se encuentra la partida de La Paridera, también conocida ahora por Masia Mijares y antiguamente por el nombre de colonias agrícolas La Serafina y La Solana. Sale a nuestro paso integrada por un pequeño poblado con su casa solariega, almacenes y capilla, y rodeada en la parte meridional por construcciones modernas producto de las segregaciones realizadas en los 80 a la histórica propiedad de mis antepasados.
El diario Las Provincias en su edición del 23 de agosto de 1883 describe las 353 hectáreas de la finca agrícola destinadas a pinares, viñedos, olivos, almendros, cereales y cuatro o cinco hectáreas de regadío junto al río. Las clases de cepas cultivadas son garnacha y bobal, para elaborar caldos bien oscuros, y algunas plantaciones de moscatel. El vino moscatel de la masía mereció galardones en la Exposición vinícola de Madrid (1876) y Exposición regional de Valencia (1879). La producción anual era de 750 hectólitros con aspiraciones de llegar a 1.000 destinados a la exportación a Francia para reforzar los vinos galos. A diario trabajaban 18 jornaleros y se agregaban diez más (entre ellos algunas mujeres, matiza el periódico) cuando era tiempo de vendimia o de siega.
En la parte alta de la propiedad se situan las prensas, almazaras, lagares etc. para que una vez elaborado el mosto descienda por gravedad a la bodega, situada en una cota más baja, en el sótano de la casa solariega con capacidad para ubicar inmensos toneles. Hoy en día sigue elaborándose el vino de la zona, y las diferentes viviendas y edificios del poblado agrícola han sido adaptados a las necesidades de la vida confortable.
Un horno moruno derruido, el lavadero para limpiar la ropa, la gran balsa que hacía el papel de piscina, la capilla con bancos diferenciados para niños y adultos, hablan de largos veranos consumidos entre las tareas de la vendimia, disfrutando de una economia doméstica autosuficiente con la carne de corral y caza, las frutas del campo, el pan casero, el vino y el aceite del lugar y el agua de la fuente.
Hoy los viñedos siguen ocupando la parte alta de la propiedad, aunque esa presencia centenaria desconozco por cuanto tiempo se mantendrá, pues los actuales propietarios, la sociedad Mijares Resort, promueven un campo de golf con rutas para caballos y residencias adosadas en medio de este desierto rural olvidado de las vias de comunicación rápida. El proyecto está paralizado provisionalmente por la actual crisis inmobiliaria y la eficaz oposición de grupos ecologistas en defensa del ecosistema del río Mijares.
El poblado que lleva el nombre del río, situado ya en el término de Buñol, se encuentra junto a la pista que conduce al aula de la naturaleza llamada Las Moratillas. Otros albergues rurales de la zona permiten programar estancias de grupos escolares y familiares dispuestos a conocer parajes poco frecuentados por la presencia humana. Es el caso, por ejemplo, de la zona de Tabarla, junto al río Magro (el Mijares es su afluente por la izquierda), destinada desde hace muchos años a campamentos juveniles. La pista para llegar a este paraje nace en el km 19'500 de la CV-429. Al norte de la masia de Mijares se encuentra el Fresnal de Buñol, atractivo bosque caducifolio que en otoño produce admiración. Una pista que nace en el caserio de Mijares y lleva a El Rebollar, a los pies de la sierra Malacara, es la ruta indicada para su observación.
Si la excursión por estas tierras se realiza en verano sugiero un baño en las charcas del río Mijares bajo el puente que lo atraviesa. Entre sus juncos mis bisabuelos y mis abuelos sacaron las primeras fotos y las primeras películas domésticas que forman parte de la iconografía de la saga Millás.
La ruta concluye en el restaurante de La Portera comiendo un ajo arriero y un gazpacho manchego. Los 33 km de la carretera pasan rápidos si se trata simplemente de conducir. Incluso puede ser un atajo para evitar la N-III: abandonarla en Buñol y retomarla en Requena. Pero esta no ha sido mi propuesta. El cauce del río Mijares sigue siendo un oasis natural, que requiere paseos y escapadas durante varios días. Y si hablamos de recuperar la memoria familiar... nunca se puede limitar el tiempo. Las huellas vitales surgen en cualquier rincón. 

sábado, 21 de enero de 2012

POR DENTRO DE LA ANTIGUA XÁTIVA

            Es una tarde apacible de invierno. La aldaba de la noble puerta brilla gracias a los últimos reflejos del sol vespertino. La mano que representa refleja en silencio las huellas de miles de aldabonazos que durante siglos han producido visitantes y moradores de la elegante mansión. Se muestra pulida, muy pulida, como si acabara de estrenarse. Luce anillo y pulsera, como si se hubiera arreglado la modelo para un día de gala. Junto a la aldaba, el pomo de la puerta mantiene firme su potencia para poder empujar las sólidas puertas de madera resistentes al paso del tiempo. Las rejas de las ventanas y balcones mantienen las características de tradición y calidad. Seguro que salieron de las manos de herreros expertos de la comarca. En la estrecha y distinguida calle, todo parece antiguo, todo es antiguo. Edificios y aceras contienen una vida congelada en el tiempo.  Y, sin embargo, la gran mansión hoy se presenta nueva, con traje de fiesta, acaba de despertarse de un sopor histórico, gracias a la rehabilitación y a la puesta a punto que han renovado sus entrañas
            Los espacios públicos de Xátiva también disfrutan de esa reinventada vida urbana, que ha trasladado el siglo XV al recién estrenado cambio de milenio.  Imitando el ritmo de un ejercicio confidencial e íntimo, el rumor del agua de las históricas fuentes acompaña los pasos de viandantes y las conversaciones de esquina entre vecinos y conocidos. Las ruedas de los coches se deslizan por los brillantes adoquines como si pertenecieran a carruajes sin caballos, temerosas de producir ruidos incómodos para los residentes del centro histórico de la ciudad. Setos y macetas con flores de temporada, bancos para sentarse en rincones inesperados, acompañan al paseante en esta ruta marcada por un silencio histórico, en la que no es difícil reconstruir e imaginar la increíble vida social y urbana que marcó a Xátiva durante la etapa más floreciente de la historia valenciana.
            El viajero que ahora se pierde por el entramado de calles longitudinales y transversales de su núcleo antiguo constata que los setabenses llevan ya unos cuantos años comprometidos en la segunda reconstrucción de la ciudad. Esa puesta a punto para encarar los siglos venideros, ya tuvo una primera reconstrucción en el siglo XVIII, después de que el rey Felipe V mandara el saqueo e incendio de la ciudad por no aceptar el nuevo estado centralista impuesto por sus tropas borbónicas. La destrucción llegó tras perder los valencianos la batalla de Almansa frente al monarca. Aquel primer renacimiento de las llamas dejó una impronta de orgullo local, que sigue viva en cualquier conversación que se mantenga con los oriundos del lugar. El reto de hoy, en opinión de los setabenses, afecta sobre todo a la recuperación de una trama urbana, donde es posible vivir de nuevo con la integración de las comodidades de una ciudad moderna, asi como a la contextualización cultural de todo su legado patrimonial  y a la urgente rehabilitación de algunas joyas arquitectónicas cuya existencia futura estaba en peligro.
            El descubrimiento de Xátiva admite todo tipo de paseos, ajustados a la curiosidad y capacidad física del visitante. Se puede pasar de la visión de los pequeños objetos y elementos urbanos que marcan su fisonomía, a las importantes e interesantes historias que  encierran esas huellas del pasado, pequeñas o grandes, cercanas o lejanas, visibles o invisibles, viejas o renovadas, destrozadas o recuperadas. Porque tras una aldaba puede esconderse el linaje del Marqués de Montortal, benefactor de la vieja ciudad, porque con el rumor de una fuente reconstruimos el llanto de un recién nacido que luego fue el papa Alejandro VI, porque detrás de unos preciosas rejas que nos captan la atención por un instante está escrita la historia social del Hospital Real, ejemplo elocuente de cómo se regeneró la ciudad, tras ser incendiada por designio monárquico. Es una urbe que interesa tanto al que disfruta con lo que encuentra de manera espontánea en su azaroso paseo sin echar mano de una información previa,  como al visitante bien informado que busca corroborar aquello que ya ha aprendido antes en las páginas de libros y guías.
             El itinerario longitudinal por excelencia en Xátiva atraviesa de uno a otro lado el centro histórico. Tiene como límites urbanos y puntos más altos la cornisa de la Serra Vernisa y el castillo, y en la parte baja las copas de los grandes árboles de las avenidas Selgas y Jaume I. Las calles Corretgeria (antigua calzada romana) y Moncada marcan los tramos centrales de las dos rutas urbanas, una de ida y otra de vuelta, pensadas para espíritus acomodaticios. Los principales monumentos de la ciudad ofrecen todo su esplendor en este recorrido urbano, que durante siglos estuvo protegido por una soberbia muralla que ascendía por los extremos laterales hasta la sede de la fortaleza del castillo. En el jardín del Beso y la Fuente de los 25 caños, situados en el lado oriental, se conservan restos del lienzo de aquella fortificación. Las huellas de las ciudades medieval y moderna acompañan siempre este deambular callejero. Todo se ha modernizado en Xátiva, pero sin embargo las rutas a pie siguen siendo las mismas de nuestros antepasados. La trama urbana persiste en su eficacia de intercomunicación social como si fuera un fósil incorruptible.
            Los diferentes accesos y portales que permitían la entrada al recinto medieval (Cocentaina, Valencia, del Lleó, Sant Francesc, Santa Tecla etc.) marcan ahora el sentido de los itinerarios transversales que se pueden  realizar por el interior de la vieja Xátiva, y para ello el viajero debe estar dispuesto a subir y descender rampas, ascender por escaleras, calles y sendas hasta alcanzar la cota deseada. En este esforzado itinerario alcanzar la cima del castillo compensa al visitante por encontrarse con edificios históricos de gran belleza y espacios turísticos de recomendable parada y fonda. El ascenso al Castillo, en el caso de la capital de la comarca de La Costera, es también un itinerario urbano indicado para quienes les gusta descubrir el verdadero sentido de una ciudad situándose en el punto más alto. De ese modo se puede contemplar con una mirada amplia el conjunto urbano, sus diferentes zonas de desarrollo, el entorno geográfico y social que lo protege, el corazón, tronco y extremidades de esta urbe viva y reconstruida por segunda vez.
           
 

viernes, 20 de enero de 2012

LOS PLACERES HUERTANOS DEL REY SOL


El Rey Sol transformó el parque de Versalles en una residencia de lujo donde  los mejores arquitectos y artistas de la época pudieran desplegar sus innovaciones. La ordenación del espacio estaba orientada a mostrar de manera eficaz que la razón de ser de la vida social y política del país descansaba en el poder absoluto del monarca. Pero el legado que dejó Luis XIV en la Francia del XVII no solamente permite comprobar ahora en el escenario urbano de Versalles aquella estela de gobernanza absoluta que aplicó a sus actuaciones, sino también aspectos más privados de unas aficiones y gustos, que con frecuencia intentó alimentar a espaldas de los fastos palaciegos y los protocolos internacionales.
A escasos metros de palacio se reservó un espacio de 9 hectáreas, conocido como Le Potager du Roi (la huerta del rey)  para podar árboles frutales y cultivar exóticas legumbres que luego fueran ingredientes esenciales en las cocinas de la Corte. Conocida era la pasión de Luis XIV por comer los primeros higos maduros de su huerta, que se enviaban a donde estuviera de viaje para calmar su ansiosa espera. El desafiante monarca de las guerras europeas se transformaba en agricultor apacible cuando de regreso a Versalles cogía la azada y las tijeras de poda en su ordenada huerta, más cercana a la fisonomía de un jardín clásico que a una huerta del campo valenciano.
 



Las legumbres crecían junto a numerosos árboles frutales, cuya forma especial de poda ofrece hoy ejemplares desarrollados en un solo plano, pegados a la pared o a estructuras metálicas, con largas ramas horizontales o verticales, auténticos brazos de candelabros gigantes, dispuestas a recibir todo el sol y el calor posibles entre muros que los protegían del mal clima.
Este capricho verde del Rey Sol ha llegado a nuestros días como sede de la Escuela Superior de Paisajismo del país vecino, donde se compagina la enseñanza práctica con la explotación intensiva de más de 900 especies de frutas y hortalizas selectas. La producción anual de 30 toneladas de frutas, en especial manzanas, peras, higos, melocotones y albaricoques, y de 20 toneladas de legumbres es una excelente fuente de recursos económicos que permite garantizar en parte la investigación y el cultivo con métodos ecológicos y naturales. En la tienda de la escuela se pueden comprar esos productos para consumirlos en la cocina de casa. Pero la producción no es el objetivo principal del proyecto, ni tampoco la razón por la que se mantiene vivo y abierto. Se trata de seguir practicando una técnica tradicional de cultivo de frutales y legumbres en la que la poda es un arte de construir, con paciencia de años, esculturas vivas a la vez que caducas.
Al visitante, y sobre todo si la estancia se produce en otoño cuando los frutales duermen, estos aspectos visuales son los que más le sorprenden. El itinerario por las diferentes terrazas, el estanque central, el acceso por la puerta dorada del Rey, los invernaderos abiertos bajos las terrazas, el paseo intramuros que conserva el calor frente a los aires fríos y las bajas temperaturas, produce al observador la sensación fantasmagórica de estar rodeado por monstruos de cinco o siete brazos que miran al cielo tras años de esfuerzo e ingenio por conseguir esas caprichosas formas de cultivo de frutales.
La huerta diseñada por Jean-Baptiste La Quintinie (1624-1688), un abogado transformado en precursor de ecologistas después de un sorprendente viaje por Italia, esta dividida en una treintena de cuadrantes, especializados en cultivos diversos, con las legumbres situadas en la parte central y los frutales entre los muros de los itinerarios circundantes. El mantenimiento de una de esas parcelas corresponde  a los estudiantes de la Escuela, donde compaginan la ordenación del paisaje, con el cultivo de la huerta y el cuidado de animales de granja.


La Quintinie fue precursor en los cultivos huertanos pues consiguió complacer el paladar de Luis XIV al ofrecerle las fresas maduras en marzo, los espárragos en diciembre, los higos a comienzo de verano y las cerezas en el mes de las flores. Esas técnicas siguen practicándose en la actualidad. Los monitores que informan al visitante en el recorrido insisten que pese a la carrera tecnológica del mundo actual, en la ordenada huerta de Luis XIV los buenos resultados proceden del amor a la tierra y a todo lo que esta puede producir con agua, abono y una poda adecuada en cualquier estación del año.