sábado, 20 de abril de 2013

MARIA CALLAS, TAN FIERA Y TAN FRÁGIL

Junto a las mismas salas neoclásicas del Convento del Carme por donde desfilaron hace unos meses más de 40.000 visitantes para contemplar el baul de los recuerdos de la diva Maria Callas, sus trajes más señalados, las réplicas de sus joyas inolvidables, su correspondencia y escritos personales, cuatro profesionales de diferentes procedencias, que amamos la cultura, nos reunimos en la sala capitular, convocados por Le Fabrique, para evocar una vez más la intensa  biografia de esta diva norteamericana de origen griego que revolucionó la lírica y la crónica sentimental del pasado siglo.
El acto cerraba el ciclo de actividades homenaje a la soprano promovido en el marco del programa Art In Group, una iniciativa internacional de encuentros e intercambios artísticos, que ha tenido en Valencia sus dos primeras ediciones, y en el nombre de Maria Callas una de sus bazas de programación más apasionante.
Los 53 años de su vida, en cierto modo fugaz y breve, han sido y siguen siendo objeto de numerosas biografías, películas, ensayos y reproducciones digitales, que siempre inciden en aspectos que pudieron quedar poco claros en anteriores versiones. De manera que su afán por ser la mejor y más excelsa sigue estando en boca de todos nosotros. Al mismo tiempo que descubrimos a la diva fiera y tirana, constatamos la existencia de una mujer frágil y desgraciada, que no tuvo la oportunidad de amar sin fisuras a la persona que la conquistó, y por eso murió sin ser correspondida.
Este fué el principal argumento de la intervención de Inmaculada Tomás, exdirectora del Institut Valencià de la Música, quien descubre en la Callas a una heroína de las novelas románticas del XIX. El problema surgió porque tuvo que vivir en el siglo XX, entre personajes de la alta vida social y económica para los que el amor y el matrimonio era un negocio y una inversión de futura riqueza. María murió en 1977 marcada por un profundo desamor, que la mantuvo herida de muerte los últimos años de su existencia. Este fué el origen de su decadencia lírica, después de los exitos y la admiración alcanzados durante la década de los años 50. El triunfo profesional, concluyó Tomás, no siempre da la felicidad personal.
Además consideró que el desgaste de su capacidad vocal, que a veces le impedía acabar los tres actos de una ópera, se gestó en el desajuste orgánico experimentado por su cuerpo al proceder a adelgazar sin el adecuado asesoramiento clínico entre 1952 y 1953 un total de 35 kilos, para acercarse al estilismo y a la figura de Audrey Hepburn. Ese drástico cambio de imagen fué para sentirse mas aceptada por su amante, el multimillonario Aristóteles Onassis. El público no la rechazaba por su gordura ni por sus tobillos hinchados, todo lo contrario, ya se había rendido sin reproches ante su arte sublime y su voz divina.
En el magnetismo de su imagen pública intervenía también el adecuado uso que supo hacer de las joyas más cotizadas de la época. El artista joyero Vicente Gracia nos contó cómo pudo ver con sus propios ojos todas las joyas que fueron subastadas tras su muerte en la galeria Sotheby's y recordó que si más de 600 veces subió Maria a un escenario, siempre, al menos en la etapa que le acompañó su marido y representante Battista Meneghini, conocido en la intimidad como Titta, un estreno era acompañado por la compra de un diamante, un rubí o una esmeralda. Callas corresponde a una generación de divas fabricadas por el cine, la lírica y el mundo de la política a mediados del siglo XX, en el que la moda y las joyas exclusivas, con el soporte visual de la prensa del corazón, constituyen los elementos imprescindibles para crear los mitos y las divas de la sociedad moderna.
Cerramos el coloquio con imágenes de la película Callas Forever,  la última que realizó Franco Zefirelli a sus 77 años, dedicada a contar los últimos años de la vida de la soprano en París. El realizador fué uno de los amigos de la cantante que marcó sus pasos escénicos en intervenciones tan aplaudidas como la Tosca, que cantó en el Covent Garden en 1963, y la Norma de la Opera de Paris de 1964. El periodista Rafael Marí desarrolló la vertiente cinematográfica de la biografía subrayando la gran colaboración que le ofreció el cineasta Luchino Visconti, quien pensó con ella para protagonizar Senso, y la complicidad personal que desarrolló junto a Passolini en viajes por Africa y Turquia para localizar los exteriores de su producción Medea, el único film en el que actuó Callas como interprete principal. La película estrenada en 1968 constituyó un fracaso comercial, pero ha quedado viva en la historia cultural europea por ser un icono visual del cine mediterráneo inspirado en las tragedias de la Grecia clásica. Passolini supo ampliar el espacio iniciado por Michael Cacoyannis y la actriz griega Irene Papas en ese campo temático, con tanta fortuna que le permitió al realizador heleno conseguir su reconocimiento mundial en los Oscar. 

Los últimos años Callas buscó otros caminos para seguir en la actividad artística, pues sus condiciones excelentes para interpretar lírica habian desaparecido. No sólo tentó el mundo del cine, sino también quiso dedicarse a la dirección escénica de óperas, actividad que no llegó a iniciar, y ofreció un curso de lecciones magistrales en la Juilliard School de Nueva York (1971-1972) con buen resultado. Esta experiencia docente alimenta el texto teatral escrito por Terence Mc Nally, Master Class, en el que la decadencia profesional de la diva no oculta el deseo de la persona por transmitir a las generaciones jóvenes una manera leal de entender la ópera y la representación del arte ante el público. En España pusieron en pie la obra Nuria Espert, bajo la dirección de Mario Gas, en 1998, y en Buenos Aires representa uno de los papeles fundamentales en la carrera de su primera dama de la escena Norma Aleandro.
Mi opinión personal sobre la diva Callas corresponde al doble juego al que nos tienen sometidos muchos famosos de la escena o la pantalla: tras su imagen fiera y desafiante, tras la ambición de conseguir un arte excelso, ocultan una enorme timidez, una falta de seguridad en si mismos, compensada con el favor y el aplauso del público. Maria padeció la presión de una madre que siempre la rechazó y le obligó a ser la mejor si quería conseguir un poco de su favor materno. Maria intentó complacer a su madre sin conseguirlo, intentó complacer a su amante, que no le dejó ser su esposa... y acabó perdiendose a sí misma.