miércoles, 1 de mayo de 2013

VIRGEN, EXTRA Y OLIVA

            La cata de aceites de la Subbética Cordobesa permitió que varios periodistas valencianos pudiéramos alejar de nuestros pensamientos, hace unos días, un larga lista de tópicos y opiniones infundadas sobre la calidad del aceite, aprendiendo a valorar lo que es bueno y a diferenciarlo de lo que es malo o regular. Otra cosa diferente es que, pese a todo, el sabor del mejor aceite no guste, pero eso ya es un argumento subjetivo que no sirve para calificar socialmente los productos gastronómicos básicos de nuestra cultura, como es el caso del aceite en España.
 Mientras para nosotros constituye un elemento de uso cotidiano y diario, sorprende todavía que fuera de España, fuera de las zonas de influencia mediterránea, el aceite virgen extra se considere un producto casi exclusivo, que se degusta con el placer de las cosas escasas. En ese sentido no puedo olvidar una escena que presencié hace unos años en Alicante teniendo como protagonista a la célebre Yoko Ono. Era su primera comida en tierras valencianas. Antes de elegir el menú pidió aceite virgen extra para vaciarlo en un pequeño plato y mojar pan. Tuvo urgencia por satisfacer ese pequeño deseo, que reflejaba una admiración por algo que en nuestras latitudes podemos comprar a diario. Su estancia generó después algunas dificultades que le incomodaron. La solución para recuperar la sonrisa de Yoko Ono fue regalarle una generosa botella de aceite virgen extra embotellado en Jaén.
            Pues bien, a la cata de aceites se recomienda asistir sin comer hace una hora, ni fumar en los últimos 30 minutos. También se recomienda no llevar perfumes penetrantes. Sobre la mesa nos colocaron tres vasos, uno de ellos azul, que es el más habitual, para ocultar el color, porque a diferencia del vino el cromatismo del aceite no guarda ninguna relación con su calidad. En un plato unos trozos de manzana para limpiar el paladar entre cata y cata, así como agua mineral.
            La Subbética Cordobesa es donde se localiza la denominación de origen Priego de Córdoba, población que comparte con Almedinilla, Carcabuey y Fuente Tójar la gestión de 30.000 hectáreas de olivo que suministran a históricas almazaras toneladas de aceituna picuda y hojiblanca capaces de dotar a sus aceites de un sabor especial y fuerte. Esta comarca  ha colocado sus productos oleícolas en el primer nivel de excelencia con más de 740 galardones. Alrededor de 2.000 familias participan en el conjunto de esta cadena productiva en unas tierras de difícil orografía, que impide usar maquinaria especializada para la recogida de la aceituna.
           La cata nos permitió conocer tres calidades diferentes. Después de girar con las manos el vaso para traspasar al aceite nuestra temperatura corporal, en el olfato el primero invitaba a rechazarlo y en el paladar quedaba excesivamente dulzón. Resultó ser aceite lampante. Es una variedad que nunca se envasa, pero se puede vender después de reciclarlo y transformarlo en aceite refinado mediante procesos químicos. Procede de las aceitunas que maduran en el suelo.
          La segunda cata prácticamente no olía ni tenía casi sabor, todo lo contrario de la primera degustación. Esta falta de presencia olfativa y gustativa nos dejó a todos un poco desconcertados, y resultó ser, precisamente, la calidad que más a menudo consumimos, el llamado aceite de oliva,  calidad que se obtiene químicamente con la mezcla del refinado y del virgen, modelado después con los diferentes grados de acidez. Llama la atención que con las excelentes oportunidades que tenemos de consumir aceite de excelencia sin manipulación química, optemos por la calidad de menos sabor y menos presencia olfativa.
            La cata concluyó con la calidad estrella: aceite virgen extra Priego de Córdoba. Al depositarlo en el paladar las sensaciones de amargo primero y picante después se completaban armoniosamente con las iniciales calidades olfativas de frutas del campo y olor a hierba fresca. Esta calidad nunca se somete a modificaciones químicas. La diferencia entre virgen y virgen extra es producto de la casualidad: la primera presenta unos ligeros defectos.
            Nosotros hicimos la degustación en el salón de un hotel, rodeados de una exposición de productos de la tierra, su hornazo de San Marcos con huevo (una especie de mona de Pascua valenciana), sus tortas de aceite… pero también hay numerosas oportunidades de practicar oleoturismo en aquellas tierras del sur cordobés al visitar los olivares, observar la recolección, entrar en una almazara, asistir a una cata dirigida y comer, después, un buen desayuno o merienda molinera. Así, uno tras otro, en los diferentes destinos de la comarca. Más información está disponible en www.turismoyaceite.com

sábado, 20 de abril de 2013

MARIA CALLAS, TAN FIERA Y TAN FRÁGIL

Junto a las mismas salas neoclásicas del Convento del Carme por donde desfilaron hace unos meses más de 40.000 visitantes para contemplar el baul de los recuerdos de la diva Maria Callas, sus trajes más señalados, las réplicas de sus joyas inolvidables, su correspondencia y escritos personales, cuatro profesionales de diferentes procedencias, que amamos la cultura, nos reunimos en la sala capitular, convocados por Le Fabrique, para evocar una vez más la intensa  biografia de esta diva norteamericana de origen griego que revolucionó la lírica y la crónica sentimental del pasado siglo.
El acto cerraba el ciclo de actividades homenaje a la soprano promovido en el marco del programa Art In Group, una iniciativa internacional de encuentros e intercambios artísticos, que ha tenido en Valencia sus dos primeras ediciones, y en el nombre de Maria Callas una de sus bazas de programación más apasionante.
Los 53 años de su vida, en cierto modo fugaz y breve, han sido y siguen siendo objeto de numerosas biografías, películas, ensayos y reproducciones digitales, que siempre inciden en aspectos que pudieron quedar poco claros en anteriores versiones. De manera que su afán por ser la mejor y más excelsa sigue estando en boca de todos nosotros. Al mismo tiempo que descubrimos a la diva fiera y tirana, constatamos la existencia de una mujer frágil y desgraciada, que no tuvo la oportunidad de amar sin fisuras a la persona que la conquistó, y por eso murió sin ser correspondida.
Este fué el principal argumento de la intervención de Inmaculada Tomás, exdirectora del Institut Valencià de la Música, quien descubre en la Callas a una heroína de las novelas románticas del XIX. El problema surgió porque tuvo que vivir en el siglo XX, entre personajes de la alta vida social y económica para los que el amor y el matrimonio era un negocio y una inversión de futura riqueza. María murió en 1977 marcada por un profundo desamor, que la mantuvo herida de muerte los últimos años de su existencia. Este fué el origen de su decadencia lírica, después de los exitos y la admiración alcanzados durante la década de los años 50. El triunfo profesional, concluyó Tomás, no siempre da la felicidad personal.
Además consideró que el desgaste de su capacidad vocal, que a veces le impedía acabar los tres actos de una ópera, se gestó en el desajuste orgánico experimentado por su cuerpo al proceder a adelgazar sin el adecuado asesoramiento clínico entre 1952 y 1953 un total de 35 kilos, para acercarse al estilismo y a la figura de Audrey Hepburn. Ese drástico cambio de imagen fué para sentirse mas aceptada por su amante, el multimillonario Aristóteles Onassis. El público no la rechazaba por su gordura ni por sus tobillos hinchados, todo lo contrario, ya se había rendido sin reproches ante su arte sublime y su voz divina.
En el magnetismo de su imagen pública intervenía también el adecuado uso que supo hacer de las joyas más cotizadas de la época. El artista joyero Vicente Gracia nos contó cómo pudo ver con sus propios ojos todas las joyas que fueron subastadas tras su muerte en la galeria Sotheby's y recordó que si más de 600 veces subió Maria a un escenario, siempre, al menos en la etapa que le acompañó su marido y representante Battista Meneghini, conocido en la intimidad como Titta, un estreno era acompañado por la compra de un diamante, un rubí o una esmeralda. Callas corresponde a una generación de divas fabricadas por el cine, la lírica y el mundo de la política a mediados del siglo XX, en el que la moda y las joyas exclusivas, con el soporte visual de la prensa del corazón, constituyen los elementos imprescindibles para crear los mitos y las divas de la sociedad moderna.
Cerramos el coloquio con imágenes de la película Callas Forever,  la última que realizó Franco Zefirelli a sus 77 años, dedicada a contar los últimos años de la vida de la soprano en París. El realizador fué uno de los amigos de la cantante que marcó sus pasos escénicos en intervenciones tan aplaudidas como la Tosca, que cantó en el Covent Garden en 1963, y la Norma de la Opera de Paris de 1964. El periodista Rafael Marí desarrolló la vertiente cinematográfica de la biografía subrayando la gran colaboración que le ofreció el cineasta Luchino Visconti, quien pensó con ella para protagonizar Senso, y la complicidad personal que desarrolló junto a Passolini en viajes por Africa y Turquia para localizar los exteriores de su producción Medea, el único film en el que actuó Callas como interprete principal. La película estrenada en 1968 constituyó un fracaso comercial, pero ha quedado viva en la historia cultural europea por ser un icono visual del cine mediterráneo inspirado en las tragedias de la Grecia clásica. Passolini supo ampliar el espacio iniciado por Michael Cacoyannis y la actriz griega Irene Papas en ese campo temático, con tanta fortuna que le permitió al realizador heleno conseguir su reconocimiento mundial en los Oscar. 

Los últimos años Callas buscó otros caminos para seguir en la actividad artística, pues sus condiciones excelentes para interpretar lírica habian desaparecido. No sólo tentó el mundo del cine, sino también quiso dedicarse a la dirección escénica de óperas, actividad que no llegó a iniciar, y ofreció un curso de lecciones magistrales en la Juilliard School de Nueva York (1971-1972) con buen resultado. Esta experiencia docente alimenta el texto teatral escrito por Terence Mc Nally, Master Class, en el que la decadencia profesional de la diva no oculta el deseo de la persona por transmitir a las generaciones jóvenes una manera leal de entender la ópera y la representación del arte ante el público. En España pusieron en pie la obra Nuria Espert, bajo la dirección de Mario Gas, en 1998, y en Buenos Aires representa uno de los papeles fundamentales en la carrera de su primera dama de la escena Norma Aleandro.
Mi opinión personal sobre la diva Callas corresponde al doble juego al que nos tienen sometidos muchos famosos de la escena o la pantalla: tras su imagen fiera y desafiante, tras la ambición de conseguir un arte excelso, ocultan una enorme timidez, una falta de seguridad en si mismos, compensada con el favor y el aplauso del público. Maria padeció la presión de una madre que siempre la rechazó y le obligó a ser la mejor si quería conseguir un poco de su favor materno. Maria intentó complacer a su madre sin conseguirlo, intentó complacer a su amante, que no le dejó ser su esposa... y acabó perdiendose a sí misma. 

domingo, 17 de marzo de 2013

PORTACELI, FUGAZ REFUGIO DE MANUEL AZAÑA

             Leo la biografía de Manuel Azaña, último presidente de la II República española, escrita por mi buen amigo, el periodista Miguel Ángel Villena, Ciudadano Azaña. Biografía del símbolo de la II República (editado por Península en 2010). Entre las páginas dedicadas a la destrucción de la España constitucional a manos de los militares golpistas encabezados por Franco surge el nombre de un oasis llamado Portaceli, puerta del cielo, que en este caso más bien podría llamarse puerta de Francia, porque después de Valencia el siguiente destino del gobierno republicano y su presidente fue el sur de Francia, donde murió. Este nombre pertenece a un paraíso de meditación encerrado en un valle de la Sierra Calderona desde donde se divisa el horizonte del Mediterráneo.
            Una vez instalado en Valencia montó su despacho oficial en el edificio de la Capitanía Militar. Pero Azaña dispuso también, en un escenario muy diferente, de una residencia privada en la Pobleta, elegante y amplio chalet de montaña rodeado de pinos y senderos que conducen a las cotas más altas de la sierra, protegido en su entrada por el espléndido monasterio de Portaceli. “Silencio absoluto, sol mediterráneo, olor a flores”, escribió el ciudadano Azaña en sus memorias. Todo un contraste a los aires de incivilidad, violencia, guerra, hambre, represión, que invadían todos los rincones de España.
            Aprovecho un soleado día de invierno para recorrer este paraje y poner una imagen real a las palabras del político republicano. Ya lo hice en años de juventud acompañado por amigos vinculados con los propietarios actuales de la Pobleta. Pero los recuerdos se han borrado, y aunque la morfología del lugar sigue siendo la misma, el espacio se ha transformado en una finca privada de acceso imprevisible. Una valla abierta a los bomberos de incendios forestales, pero cerrada al visitante por un cartel de “prohibido el paso”, me deja inmóvil ante la casa de los guardas que debían supervisar el control de acceso. Al fondo del camino otra casa rural con un alto depósito de agua construido para abastecer las viviendas, marca la ruta de llegada a la gran mansión, que oculta entre pinos, recibe todo el sol de mediodía. A sus espaldas los altos riscos de la Calderona la defienden de los fríos del norte.
            Este es un pequeño espacio casi cerrado, que se abre después de otro aislado valle, el del monasterio. Así que la protección natural es doble. Imposible de localizar por tierra, mar o aire donde se ocultaba el presidente Azaña. Su salud era frágil, su depresión galopante, la falta del apoyo aliado acentuaba la debilidad del gobierno. Pero vivir la tragedia del país, aislado en esta sierra, permitía alargar un poco más la esperanza, los deseos de que la pérdida no fuera irreversible. Cuadernos de La  Pobleta  es el nombre de los diarios que recogen el testimonio de los horrores narrados por políticos e intelectuales que le visitaban. Se le reprochó permanecer tan lejos de los frentes, retirado, casi escondido, pero, en cierto modo, el gobierno garantizaba de esta manera la protección de quien representaba la II República.
            También este escenario natural ha permitido escribir páginas no tan dramáticas. Los novelistas valencianos del Romanticismo crearon historias de secuestros y visitas inesperadas al interior del convento, personalizadas en damas fantasmagóricas y duendes itinerantes, que a través del acueducto de la cartuja franqueaban la frontera entre el mundo real y el retiro cisterciense. Gracias a esta obra de ingeniería, que hoy sigue luciendo solidez, la fresca agua de los manantiales de la Calderona ha saciado la sed de los moradores de esta cartuja creada por el confesor de Jaime I, en 1272, regida por las estrictas normas de San Bruno. Los monjes cultivan naranjos, almendras y hortalizas. El acceso está prohibido a mujeres y es muy restringido para los hombres.
            La Diputación de Valencia salvó el conjunto arquitectónico de este cenobio al adquirirlo a sus últimos propietarios y protegerlo de la ruina. Por efectos de la desamortización en el primer tercio del XIX dejó de ser recinto religioso. La Diputación lo restauró por completo en los años 40 para entregarlo de nuevo a los monjes del Cister. Su pinacoteca conserva cuadros de Ribalta y Alonso Cano. En sus muros resuenan las palabras de su prior Bonifacio Ferrer, uno de los grandes traductores de la Biblia al valenciano.
            Los excursionistas, como yo, que nos acercamos a estos escondidos valles para buscar La Pobleta, las aguas de la Font del Marge o el pico de Rebalsadors, confirmamos el privilegio de determinados espacios naturales. Por su aislamiento, por la presencia lejana del mar, por su localización estratégica, están predestinados a ser un recinto de espiritualidad y aislamiento, incluso para los que intentaron huir de una guerra incivil.  

lunes, 11 de marzo de 2013

JORGE BALLESTER, INCLASIFICABLE


Jorge Ballester nos obligó a prescindir de su presencia artística durante 35 años. Pero, afortunadamente, en el último tiempo su obra vuelve a lucir sobre muros de galerias y salas de exposiciones para deleite de los espectadores que disfrutamos con los creadores, y también con los detractores, del arte contemporáneo. La última cita se está produciendo en la Galeria Punto de Valencia, su casa matriz en cierto modo, porque la familia Agrait fué quien impulsó su etapa de creación colectiva con Joan Cardells bajo el paragüas colectivo de Equipo Realidad, ha sido y es su más reconocido marchante, y ahora acoge de nuevo una atractiva selección de su manera de pintar en solitario en muy diversas épocas. A esa selección de cuadros se agrega  el añadido final de un conjunto de objetos cotidianos a los que Jorge les dota de una nueva dimensión poética y estética. Un inquietante zapato negro transformado de madrugada en araña de altas patas nos recibe rodeado de piedras que son pechos y botellas que pueden ser paragüas. Inquietante dadaísmo.  
La celebración en la galeria de un coloquio sobre la creatividad, en el que acompañaron a Ballester, el catedrático Ramón de la Calle, el escritor Joan Dolç y el profesor y exdirector general de Bellas Artes, Jaime Brihuega, dió nuevo sentido a su actitud contestaria y a su permanente crítica del mercado del arte, permitió desconfiar del oficio del pintor que crece mediatizado por unos gustos mercantiles. Cuando el nuevo ecosistema comunicativo y cultural de la producción de arte en la globoesfera virtual, en la nube intercultural, está poniendo en solfa el sistema tradicional de producción y difusión de la obra de arte, al tiempo que está cuestionando la piramide cultural de minorías y elites que marcan gustos y tendencias de las mayorias, el testimonio de Jorge Ballester vuelve de nuevo con fuerza a tocar las conciencias por su vocación de "antisistema" irredento. Sin saber por qué, ni cómo, ni cuando, lleno de dudas como si tratara de la primera obra, este artista, hijo y sobrino de artistas republicanos españoles, revisa una vez más en esta exposición la gran tradición plástica e iconográfica del arte de entreguerras, de la fotografía del siglo XX, tratando de ocultar su profunda profesionalidad tras el velo de la inocencia, del placer de trabajar sintiendo y buscando emociones.
Nos encontramos en una radical transición ideológica y estética del oficio y del mercado artístico. En esta encrucijada los francotiradores como Jorge Ballester siguen con la mirada puesta atrás, para recordar los instrumentos y los valores tradicionales que no hay que abandonar en ese salto en el vacío en el que parecemos todos embarcados por necesidad. A ese futuro nos apuntamos tambien, pero en tono crítico, aportando el bagaje sabio de las escuelas y movimientos estéticos que nos precedieron. Las nuevas lecturas de Picasso, Braque o Duchamp que aporta la ironía estética de Ballester  nos permiten desacralizar el arte contemporáneo, en especial el de las vanguardias de entreguerras, para incorporarlo al nuevo equipaje que exige la situación de cambio. Pero a Jorge que no le esperen ya en ese futuro. Desconfía de su virtualidad. Tal vez por eso ha vuelto, y en tres años ha presentado todo el conjunto de la obra que había construido durante décadas de silencio. Lo suyo no es un juego, porque le duele mucho vender sus cuadros, desprenderse de su obra. Es la actitud moral del que no quiere participar del ritual compro-vendo cuando lo que hace es arte inspirado, construido desde la emoción y la memoria.