sábado, 19 de diciembre de 2020

ESENCIA MEDITERRÁNEA EN LA MODA DE FRANCIS MONTESINOS

Visito la exposición del MUVIM en Valencia dedicada a la trayectoria artística y vital del creador de moda Francis Montesinos y reconozco haberme encontrado con todo aquello que distingue a la tradición mediterránea. La moda de este valenciano universal ha bebido su arte en las costumbres y fiestas de su ciudad natal, para transformarlo en un lenguaje industrial, en un arte que estalla entre la luz del mediodía y los colores del arco iris.

En la sociedad actual la moda es cultura del mismo modo que la gastronomía es arte. De ahí que la entrada del diseño y formas de Montesinos a las salas del MUVIM supone el reconocimiento merecido y académico de la madurez cultural que este diseñador ha conseguido en su incansable trabajo de pasarelas. Un estilo que es industria y arte a la vez.

Nos recibe una de sus musas y de sus mejores clientas para lucir en la calle y en los salones las novedades de sus temporadas. La giganta de Carmen Alborch, exministra socialista de Cultura y feminista reconocida, representa a gran escala a todas las mujeres y hombres que Francis ha vestido desde los años 70. Nos da la bienvenida y nos introduce en ese mundo del Mare Nostrum que desde las meseta hasta ahora se representaba con el cromatismo de Sorolla y que a partir de esta exposición se debe identificar también con las imágenes y diseños del cosmos Montesinos.




En el gabinete de trabajo que recrea la muestra, tan importante es la presencia de los jóvenes colaboradores y colaboradoras que le acompañan en sus talleres de confección, como el personal que dinamiza su tienda, los modelos que lucen las creaciones y los amigos que comparten copas en el multicultural Barrio del Carme, donde Francis ha vivido sus mejores experiencias. En el Carme de Valencia se fraguó la nueva eclosión cultural y social de aquel tiempo de la transición democrática, teniendo a Francis como uno de sus faros infatigables.

Ha creado marca no sólo con las fibras naturales elegidas para aumentar la dinámica de sus trajes sino también con la estampación y diseño atrevido de tejidos que ayudan a obtener un brillante resultado en la visualización de la prenda de vestir. Diferente, distinto, atrevido en el uso de faldas para hombres y transparencias y prendas de punto para mujeres. Porque los roles de género son accesorios. También el mundo del coso taurino, tierra de hombres, se transforma en objeto de deseo femenino, hombres que aspiran a la androginia y oculta ambigüedad. 

Recuerdo a Carmen en una fiesta entre amigos de los primeros años de democracia vestida simplemente con un maravilloso mantón de manila, uno de esos que lucen en las barandillas de las plazas, anudado a su hombro izquierdo. Ya era una referencia de mujer libre a la vez que profesora destacada de la academia universitaria.





La parte central de la exposición recoge una sugerente selección de los modelos más representativos de colecciones que se han lucido en las innumerables pasarelas creadas por el modisto. A destacar la gran fiesta de la moda española que presentó en la plaza de toros de Las Ventas en 1986. Ese año, en pleno desarrollo de la nueva sociedad del bienestar en nuestro país, tal vez supuso el momento álgido de su carrera creativa, y mostró su capacidad para adentrarse, por su forma de trabajar, en el mundo de las artes escénicas. Ha realizado numerosos vestuarios para musicales, espectáculos de ballet y danza contemporánea... entre otras variantes ejercidas de manera complementaria a su espacio central de creación.

En esta pasarela el patrón es el aire y el movimiento que crean determinadas fibras muy vinculadas a una ejecución artesana, el color de los jardines mediterráneos, sus aromas y fragancias, las líneas de la naturaleza que pocas veces marcan caminos rectos y armónicos, equidistantes y equilibrados. Aquí los tejidos vuelan, se ajustan para ser libres y transformarse en alas, para mostrar lo que está en la piel y en la voluptuosidad del cuerpo. Todo se descompensa a propósito.






La exaltación a la vida que transmite el recorrido por la sala nos presenta su lado escondido en un pequeña capilla marcada por el riguroso luto, en la que descubrimos al Francis que viste con mantillas y puntillas negras a las clavariesas que salen en las procesiones del Corpus y de la Mare de Deu del Desemparats, damas que desfilaban por delante de las puertas de su tienda y taller del barrio del Carme. Porque este modisto ha crecido y disfrutado con las fiestas de calle de su ciudad, y entiende que procesión y pasarela, más allá de connotaciones religiosas, deben ser espacios equivalentes de moda y canto al buen gusto y a la vida, aunque nos encontremos entre rituales de muerte.



La última imagen de la visita a la exposición pienso que no ha sido elegida por el comisario. El azar coloca delante de mi mirada, al final de una larga escalera exterior, una desafiante palmera, el árbol más representativo de la esencia mediterránea que tenemos los valencianos. No en vano el pintor Artur Heras convirtió este árbol en iconografía imprescindible de sus carteles de las primeras ediciones de la Mostra de Cinema del Mediterrani, alcanzando unos  diseños muy eficaces y bellos. 

Por efecto de la pandemia, que obliga a tener salida de público distinta al acceso, puedo finalizar la visita a la muestra, de manera coherente con el itinerario que os he descrito y que tuvo un buen comienzo: la giganta Carmen transformada en material combustible del mundo fallero, en icono de moda y comportamiento de unas cuantas generaciones, la mía por ejemplo, dispuestas a vivir transformando las cosas. Siempre en esta tierra el fuego al fin nos redime.



jueves, 20 de agosto de 2020

ARTE AL AIRE LIBRE EN LA SERRANÍA DE CUENCA

Los tiempos de pandemia nos están obligando a planificar nuestras vacaciones de verano en destinos conocidos y cercanos, nos  están impulsando a elegir espacios de vida rural y de turismo de interior que permiten ampliar el conocimiento de nuestro país. En este contexto social quiero haceros una recomendación viajera que se encuentra en la zona septentrional oriental de Castilla-La Mancha. Me refiero a unos pequeños pueblos de la Serranía de Cuenca, formada por estribaciones donde los ríos Tajo, Júcar y Cabriel y sus afluentes empiezan un largo recorrido hacía el mar. Gracias a la iniciativa artística de reproducir en la calle escenas de tradiciones y oficios mediante esculturas de tamaño natural, en la actualidad pasear por Valdemeca, Cañete y Huerta del Marquesado significa acceder a un museo al aire libre sin pagar entrada, cuyas diferentes salas se distribuyen por las calles, plazas y recintos públicos de la trama urbana y rural.

El triángulo que dibujan estas tres poblaciones tiene como eje de comunicación, de manera aproximada, la carretera nacional 420, que enlaza las capitales provinciales de Cuenca y Teruel, y la carretera autonómica 2106.

Comienzo por Valdemeca, población rodeada de un precioso parque forestal, porque es ahí precisamente donde nació el artista promotor y ejecutor de esta iniciativa comenzada a desarrollar en 2012. El pintor y escultor Luis Zafrilla quiso inmortalizar en el paisaje ilustrado que proyectó en la periferia de su pueblo, unas atractivas escenas tradicionales que representan costumbres y personajes pertenecientes al patrimonio social y cultural de la población. El código estético empleado es del más puro realismo. Incluso yo diría que con carácter previo a la realización de la escultura debió producirse un exigente trabajo fotográfico con vecinos reales del pueblo para acercarse mejor a la crónica de la realidad elegida. En la arboleda de La Dehesilla se reproducen juegos con nombres que parecen un trabalenguas: tabajasapos, estornija, estiragarrote, tieso, arrancacepas y pendola.


El recorrido del museo al aire libre incluye 22 escenas diferentes, que se pueden ir descubriendo en un largo paseo o intercalando el desplazamiento en coche con andar. Son conjuntos artísticos relativos a una tarde de toros, una fiesta de gitanos, la llegada de la guardia civil al pueblos o la comitiva que se forma para homenajear a la virgen del lugar.

Este paseo por la cultura rural de Cuenca sorprende por la veracidad y autenticidad con la que ha sido trabajado por el artista. Sin embargo Zafrilla en su trayectoria profesional también comparte con sus orígenes un alma creativa vinculada al mar y a la costa. Sus composiciones más conocidas se corresponden con luminosas escenas pictóricas de vida y tradiciones mediterráneas, vinculadas al intenso azul del mar, al luminoso color de las buganvillas, al blanco transparente de su arquitectura más cálida que podemos encontrar en las islas del Mare Nostrum. 


De tiempo de los árabes procede la estructura urbana de Cañete y su castillo. Pero también la huella medieval se descubre por todas sus arterias que desde la Plaza Mayor articulan el paseo del visitante de fuera hacia dentro, un itinerario planteado desde la carretera al centro urbano, para ir visitando a partir de sus murallas las escenas de su museo al aire libre. Produce gozo encontrar los primeros conjuntos escultóricos escuchando al mismo tiempo el rumor de las aguas del río y la gran cascada que se forma en la zona baja de la población, donde las lavanderas cantaban y hablaban al ritmo del movimiento de sus manos. Después, al aproximarnos a la puerta de acceso por la vieja muralla, se descubren los homenajes pictóricos al abrevadero donde caballerías y ganado recuperaban sus fuerzas o a la tradicional procesión de traslado de la virgen o al peligroso juego de correr delante de los toros.





En la pequeña población de Huerta del Marquesado el lavadero es el auténtico lugar de encuentro social para los veraneantes y la población local que combatía el frío ejerciendo una esforzada vida cotidiana y trabajos en las huertas, para aprovechar la infinidad de arroyos de este paraje natural. Construcciones de nuevo diseño han ido transformando el aspecto de este pueblo de interior y serrano. Hoy está considerado entre aquellos viajeros que desean reencontrar en vacaciones la parte más positiva de las tradiciones rurales. El paisaje artístico se produce acompañado por un gran silencio y la escasa presencia de personas que circulan por las calles.



La Serranía de Cuenca está formada por un conjunto de plataformas estructurales y pliegues, cortado a cuchillo por caudalosos cursos de agua, que han permitido formar en otros espacios algo alejados de los aquí descritos, unos museos de formas naturales, no creados por artistas sino por la fuerza del paso del tiempo y de los movimientos de la geología y la hidrología. Me refiero a los museos naturales de La Ciudad Encantada y Las Torcas, situados en una zona más cercana a la capital de la provincia de Cuenca, donde el agua milenaria ha creado en las enormes rocas unas formas caprichosas y monumentales que despiertan la admiración del visitante.  


martes, 14 de abril de 2020

MAESTRAS REPUBLICANAS: DOS CUÑADAS CON DIFERENTE FORTUNA

Hoy, 14 de abril, día que conmemoramos la proclamación de la Segunda República Española confinados en casa para ganar el futuro a la pandemia del coronavirus, quiero hacer homenaje a las mujeres y hombres que participaron en aquel tiempo en la expansión social  del acceso a la educación y a la cultura, inspirados en la libertad de pensamiento y en valores laicos.
Y para ello os presento un libro editado en Mallorca, por Lleonard Muntaner Editor, titulado Escola pública i mestres depurats (1936-1939). El cas de Maria de la Salut, escrito por Joan Carbonell Matas, profesional del sistema educativo mallorquín especializado en la aplicación de Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).
Este pequeño volumen mereció el galardón del Premi Font i Roig de ensayo el pasado año, convocado por el ayuntamiento de esta población situada en el noreste agrícola de la isla. Dedica una especial atención a mi madre Ana y a su cuñada Fina y su marido Armando, comprometidos todos ellos con la educación republicana, pero que el desarrollo de la guerra civil, en donde Mallorca nunca estuvo del lado del gobierno legítimo, determinó que padecieran el proceso de depuración impuesto por los militares golpistas y que sus vidas tuvieran, tiempo después, unos destinos muy diferentes.
La portada del libro ilustra la fachada característica del centro construido en tiempo de la Dictadura de Primo de Rivera, levantado gracias al espíritu benefactor del médico del pueblo que se convirtió en promotor de las nuevas escuelas de niñas y niños, conocidas en tiempo más reciente como las escuelas de abajo y de arriba, por su situación en la estructura urbana.
El edificio mantiene todas sus características de sólida arquitectura clásica influenciada por algunos rasgos isleños, como es la presencia de un pozo en el patio central. Su última rehabilitación lo ha transformado en una hermosa biblioteca y espacio cultural. A raíz de su doble inauguración en 1928 y 1929 desfilaron primeros personajes de la vida nacional: el infante de España, Jaime de Borbón, y el presidente del Consejo de Ministros, Miguel Primo de Rivera, cuando seguía reinando Alfonso XIII. Yo he tenido oportunidad de visitarlo en dos ocasiones.




Carbonell cuenta que Fina Millás Mossi (identificada en la documentación como Josefa) fué una de las maestras desplazadas de la zona republicana de Menorca a Mallorca por razones familiares, y en esta última isla le cogió en julio el inicio de la guerra por lo que no pudo regresar a su plaza en propiedad en Ciutadella. Se incorporó el 12 de noviembre de 1936 a la escuela de niñas de María de la Salud, aunque vivía en Palma con su novio y posterior marido Armando, maestro en la población de Artá. A raíz de la guerra se había incorporado como brigada de complemento de ingenieros del Batallón de Baleares. Pero pese a esa decisión de entrar en el ejército franquista  (tal vez así evitaría sospechas sobre su ideología republicana -añado yo- ) estuvo pendiente de un consejo de guerra de carácter colectivo y permaneció varios meses encerrado con carácter preventivo en la prisión del fortín de Illetes.
En septiembre de 1936 Fina y Ana Covas Brunet (Anita para nuestra familia, nacida el 25 de julio de 1915 en Palma) coinciden en María y mantienen una amistad muy estrecha. Es Josefina quien presenta a su hermano a Ana, que será su futuro esposo Manuel. Así inicia el autor el apartado dedicado a Dues cunyades amb diferent sort.
Josefa era mayor que Ana. Había nacido en Valencia el 11 de enero de 1911. Desde enero del 35 era maestra definitiva de párvulos en Menorca. De las diferentes depuraciones que tuvieron lugar en Mallorca intentó pasar la primera, según acredita la documentación, con informe favorable de la Guardia Civil y el alcalde, pero fue el capellán del pueblo Matías Noguera quien puso las principales objeciones: "deja algo que desear debido a su manifiesta frivolidad demostrada sobre todo en sus pinturas y exagerada inmodestia en el vestir dando mal ejemplo a las niñas", "no son tampoco nada recomendables sino más bien merecedoras de toda censura las noticias que llegan de ella", y sin embargo el párroco reconoció que "cumple como cristiana porque asiste a misa y comulga con alguna frecuencia".
Toda esta documentación se conserva en el Arxiu Museu de l'Educació de les Illes Balears, abierto en la población de Inca, gracias a la visión de futuro que tuvo un empleado de las oficinas de la  delegación de Educación en Palma. Cuando la intentona de golpe de estado de 1981 decidió meter en cajas la documentación sobre las depuraciones de maestros republicanos y conservarla en lugar seguro.
El encuentro entre Fina y Anita, mi madre, quedó escrito en un diario de su juventud que redactó a los 80 años, al recordar una etapa que consideraba feliz por la formación y autonomía personal que adquirió como mujer con cultura y futuro profesional, gracias al apoyo familiar y a la gestión educativa de la República. A ambas se les puede reconocer, junto a otras profesoras, en las fotos del álbum familiar de aquella época, apoyadas sobre las características columnas de la fachada.



En un segundo expediente de la depuración de Fina, según la documentación que ha manejado Carbonell, se le relacionó directamente con el registro de los domicilios en Artá de Armando y de otro compañero suyo de profesión en  los que "presuntamente se encontró material de ideología anarcocomunista". Por lo que le denegaron en enero de 1938 un nuevo destino en Palma y alrededores. Pese a que la comisión no pudo probar su filiación política republicana ni sindicalista, en el sobre figura la letra R, que significa "roja".
Y es que -escribe el autor del libro- los depuradores aplicaban a las maestras criterios más exigentes que a los maestros. Para analizar su conducta exigían sumisión, inhibición, docilidad y discreción: debían ser sumisas a la Iglesia, sexualmente reprimidas, dóciles frente al hombre. Si este no era su perfil, la maestra republicana no era rehabilitada y seguía depurada para la actividad docente franquista.
Finalizada la guerra, Josefa no se presentó en octubre de 1939 a su plaza en propiedad de Ciutadella, porque se había casado con Armando el 21 de julio de 1938 en la parroquia del Terreno, barrio palmesano donde vivían. El último año bélico prefirió dedicarlo a cuidar de su esposo que seguía en la prisión militar de Illetes. Es posible que en su salida de prisión y posibilidad de regresar ambos a Valencia influyera mi padre Manuel, que pasó la guerra en la isla junto a su hermana, primero como joven falangista y luego, al incorporarse a filas, como militar que ascendió rápidamente en el cuerpo de ingenieros ocupado en una unidad de morteros, por tener estudios de técnico industrial.



En el diario de mi madre ha quedado escrito el encuentro con Fina y su hermano Manolo con las siguientes palabras: "A los pocos días llegó la nueva maestra, acompañada de su hermano, un joven vestido de falangista... Nosotras dos simpatizamos enseguida, nos agradamos en extremo. En cuanto al falangista no me fijé mucho en él...Nuestra amistad se hizo fuerte, verdadera y... pasamos juntas toda la guerra... muy buenas amigas, casi como hermanas... Por eso mi amistad con los Millás se hizo muy intensa". El hermano "cambió su uniforme de falangista por el de militar, pues llamaron a su quinta".
En el expediente de depuración de Anita fue el capellán Matías Noguera, quien de nuevo puso las objeciones más reaccionarias: "Respecto a la conducta social y particular, antes más modesta y seria, últimamente, y lo atribuyo yo al pernicioso influjo de otras compañeras maestras, dejaba algo que desear y fue objeto de censuras por parte del público". De modo que en el curso 1937-38 se dedicó a coser ropa militar en casa, al ser depurada. Una vez formalizada la relación sentimental con Manolo pudo reincorporarse a la escuela de María de la Salud en el último curso de la guerra.
El destino, la suerte final de las dos cuñadas, fue muy diferente. Fina murió el 15 de enero de 1941 en Valencia durante el parto de su primera hija, quedando el bebé al cuidado de Armando y su familia, en cuya casa vivían pues tras dejar lejos los trágicos episodios de Mallorca carecían de medios económicos. 
Anita recuerda en su diario que Fina le escribía para recomendarle que se casara pronto con su hermano, "que en la familia de Valencia todos me esperaban". "Pero entonces ocurrió algo impensado y terrible... Fina falleció después del parto, acto seguido. Yo estaba en Maria de la Salud y recibí carta de Manolo, con la fatal noticia. Yo quedé desolada... además del dolor, sentí miedo al parto (ya lo tenía) y pensé que no me iba a casar, no por entonces. Y así se lo escribí a Manolo".
Para mi madre la amenaza de que el ejército franquista fuera a participar en la Segunda Guerra Mundial, suponía tener que separarse de su novio, con el riesgo de perderlo definitivamente en un nuevo conflicto bélico. Esta posibilidad de que España entrara de nuevo en guerra, le hizo cambiar de opinión y el 8 de septiembre de 1941 mis padres se casaron en la ermita de la Bonanova, en Génova.
Si Fina truncó definitivamente su vida y su carrera de maestra republicana de manera tan dramática a los 29 años, casi 30, Anita, después de criar una familia de seis hijos, tuvo la oportunidad de reincorporarse como maestra, 42 años después, en el curso de 1981-82 a una escuela de Xirivella (Valencia) gracias a la ley de Amnistia de 1977. Dos años antes de su jubilación recuperó el espíritu de mujer libre, que trabaja fuera de casa, se relaciona socialmente con quien desea y aporta un sueldo al hogar. A mi padre le costó digerir el cambio, aunque nunca se opuso a su decisión y colaboró en aplicarla. Pero algún efecto interno, indeterminado, debió producir la vuelta de su esposa a la independencia de su juventud, porque mi padre dejó de vivir a los 74 años, víctima de un infarto y una dolencia pulmonar, y Anita le sobrevivió muchos años mas, hasta que falleció a los 97 protegida por una autonomía económica efecto de su profesión recuperada.
Me produce una enorme alegría poder escribir hoy este homenaje dedicado a dos maestras republicanas y recomendaros la lectura de la investigación realizada por Joan Carbonell Matas, que pese a centrarse en la realidad de una pequeña escuela de un pequeño pueblo mallorquín, representa la memoria de numerosos hombres y mujeres que desde el magisterio lucharon por defender los valores democráticos de una escuela laica. 

domingo, 8 de marzo de 2020

LOS AMNÉSICOS, DE LA PERIODISTA GERALDINE SCHWARZ




            La actual visibilidad femenina representa un nuevo tiempo que facilita asumir colectivamente las responsabilidades sociales más cotidianas, y reconocer el papel ejercido por ellas en el mundo privado del crecimiento personal y desarrollo del tejido social durante siglos. Se acabó su ciclo de invisibilidad. Este escrito es hoy, 8 de marzo, mi modesto homenaje al cambio histórico que busca colocarlas en plano de igualdad con los hombres.
Al trabajo oculto que practicaron, que no clandestino, le corresponde ahora un salario y un reconocimiento moral justo, una proyección exterior económica y profesional, después de haber ejercido entre sombras un poder imprescindible para mantener la estabilidad social.
            Llegó el tiempo de poner fin a su existencia como seres invisibles que no podían reclamar las medallas que les correspondían por el cuidado de los mayores, de los hijos, de la educación, del espacio público de la ciudad, del respeto a la naturaleza. Del mismo modo, llegó la oportunidad de no ignorar sus logros en todos los ámbitos culturales, científicos y económicos donde consiguieron situarse pese a la obstrucción masculina.
         Estas semanas se ha cruzado en mis pensamientos otra significación del concepto social de invisibilidad, que engarza con una palabra que representa una lacra social que arrastramos muchas sociedades europeas: amnesia colectiva. El pretexto es la reciente lectura del ensayo de la periodista franco alemana Géraldine Schwarz, Los amnésicos. Historia de una familia europea, que luce el galardón de mejor ensayo europeo editado en 2018. Cuando se impone invisibilidad a amplios sectores sociales a la vez que se promueve la amnesia, para no reconstruir un pasado traumático en el que una parte de la sociedad impuso con violencia su programa a la otra parte, nos encontramos ante sociedades enfermas que nunca avanzan en el ámbito del reconocimiento de lo que realmente son, nunca quieren identificar el origen del que proceden.


         Schwarz demuestra a lo largo de un extenso razonamiento muy bien documentado cómo el genocidio y los crímenes contra la humanidad realizados por los nazis, con el apoyo tácito francés del régimen de Vichy y otras naciones europeas, contaron con la actitud de mirar hacia otro lado practicada por numerosos sectores sociales de su país. La periodista pone el acento en la amnesia asumida por la mayoría de alemanes. Esta actitud en alemán se define con la palabra mitläufer. Todos ellos fueron actores secundarios, actores participantes, en definitiva, en los crímenes contra la humanidad. Geraldine Schwarz desenmascara a los ciudadanos callados -entre ellos algunos de sus antepasados-, que hicieron la vista gorda a lo que estaba aconteciendo y cedieron ante el atractivo de determinadas actuaciones del Reich que les produjeran beneficios, como fue el hecho de explotar negocios incautados a los judíos. No mostrar desacuerdo ante un gobierno criminal y dictatorial, y beneficiarse de sus arbitrariedades es, en realidad, una forma de complicidad.



          En el conjunto del marco cronológico que reconstruye en su ensayo, desde 1939 hasta 2017, podemos reconocer que el retraso y la resistencia conservadora a poner en revisión el golpe de estado franquista y la posterior dictadura de cuatro décadas en España, constituye un elemento no tan diferenciador de los procesos seguidos en Francia y Alemania para condenar el nazismo. Porque la misma resistencia social a aceptar la reparación política, que supone aplicar una ley de memoria histórica para arrinconar la amnesia colectiva, existió en la sociedad alemana cuando finalizado el III Reich se tardaron 40 años en reconocer públicamente los crímenes cometidos contra un amplio sector de la población en nombre de la limpieza étnica y el antisemitismo criminal.
Hasta 1985 no se produjo una confesión pública y explícita de un dirigente alemán, el presidente democristiano Richard von Weizsäcker, en unos términos que Konrad Adenauer o Helmut Khol nunca pronunciaron. Weizsäcker reconoció la responsabilidad del pueblo alemán en el holocausto y su culpabilidad en los crímenes del nazismo antisemita. Hasta entonces el discurso oficial practicaba las ambigüedades, aunque el juicio de Nuremberg promovido por los aliados hubiera intentado aplicar un veredicto ejemplar en los años 1945-46. Luego, la caída del Muro de Berlín consolidó ese reconocimiento de la culpa colectiva al revisar la locura social creada por Hitler y sus numerosos apoyos, tácitos o silenciosos, que encontró en la sociedad alemana.


Con Francia sucedió algo parecido, según la periodista Schwarz. Hasta 1995 no se reconoció ni se condenó el apoyo que obtuvo el holocausto en el territorio galo desde donde salieron trenes repletos de refugiados y judíos con destino a su muerte en crematorios instalados en territorios controlados por los nazis. Debieron pasar 50 años para que Jacques Chirac, presidente de signo conservador, decidiera enterrar la política defendida por los amnésicos europeos y reconociera públicamente que el régimen de Vichy, constituido en la Francia ocupada por los nazis, había participado en los crímenes del holocausto. El socialista Mitterrand durante sus largos años de poder omnímodo nunca asumió esa culpabilidad y su respuesta a las acusaciones de amnésico era: “Vichy no es Francia”. Los crímenes de Vichy no formaban parte de la gloriosa historia francesa en la que se cuenta que aquel período histórico sólo se superó gracias a la Resistencia de los franceses que consiguió echar a los nazis del país con la colaboración final de los aliados.
       En España era impensable que el franquismo pidiera perdón a sus víctimas republicanas. Después de los 38 años de dictadura de Franco, desde 1976 hasta la aprobación de la ley de memoria histórica que aconteció en 2007, pasaron 29 años, un plazo de tiempo en cierto modo más corto que el empleado por Alemania y Francia para superar la amnesia y reconocer la culpa, ya que en estos países no se implantó al finalizar la guerra mundial una dictadura como la española.
Las corrientes de fondo que marcan el devenir social son especialmente lentas e invisibles en determinados temas en los que la culpabilidad y el trauma colectivo se esconden para poder hacer frente al presente, o simplemente porque la mordaza de una dictadura obliga a ocultar el dolor sin duelo para sobrevivir.
         Tal vez en esta combinación de invisibilidad con amnesia colectiva se encuentran las claves de la sorpresa y el dolor atávico que produce escuchar hoy en el parlamento español opiniones de la extrema derecha y determinados políticos conservadores que representan todo lo contrario de los valores de la democracia construida gracias a la actual Constitución y a la tradición de la II República. ¿De dónde salen esos rugidos, ese machismo hinchado de fascismo? ¿Cómo se han podido alimentar durante las últimas décadas valores de intolerancia y aniquilación del contrario?
Hasta ahora no se les había prohibido manifestarse, no se había decretado su invisibilidad. Pero se les había obligado por ley a  abandonar la amnesia y la manipulación de la historia colectiva pasada. Y sin embargo ahí se mantuvieron, transformados en larvas, hibernando en las cloacas del país, invisibles, mudos. ¿De dónde salen esos rugidos que promueven el miedo a la libertad y reclaman la presencia de dictadores salvapatrias? Quiénes no sólo les escuchan sino que también aplauden y lanzan por sus bocas los mismos insultos a la inteligencia ¿dónde han estado viviendo estos años, donde estaban agazapados, en qué país han nacido? Qué débil transmisión de valores democráticos se ha producido entre generaciones en nuestro país para desmontar la ideología franquista que ahora resurge de las tinieblas.
Leyendo el ensayo de Geraldine Schwarz descubrimos la amnesia que ha acompañado durante décadas a amplias capas de la sociedad europea y lo costoso que ha sido asumir la responsabilidad ciudadana de que el holocausto se produjo porque numerosos ciudadanos lo apoyaron. Pienso, como conclusión de mi reflexión, que se puede establecer una cierta relación entre las invisibles y los amnésicos, por tratarse de sectores sociales que no ayudan a superar acontecimientos traumáticos y estructuras injustas. Las primeras porque tienen prohibido participar en la vida pública y los segundos porque con su silencio dejan hacer a los dictadores fascistas y perdonan sus culpas.

(Las fotos con que ilustro el artículo corresponden a un viaje a Berlín, que programé en otoño de 2008)