miércoles, 2 de febrero de 2022

LA SIERRA CALDERONA, ATALAYA DE LOS ÍBEROS

     Los íberos descubrieron y poblaron la Sierra Calderona cinco siglos antes de la era cristiana para aprovechar sus condiciones de gran mirador geográfico, imponente atalaya desde donde poder controlar cualquier movimiento enemigo o comercial producido en la extensa llanura fluvial de Valencia y el parque natural del lago de la Albufera. Desde sus alturas divisaban el ancho mar Mediterráneo hasta el litoral por donde se cierra el inmenso golfo de Valencia hacia el sur, con la montaña del Montgó en Denia.

    Dos yacimientos arqueológicos, rehabilitados hace tiempo para que los enclaves pudieran ser visitables, dan testimonio de la red defensiva, de vigilancia y de aprovechamiento agrícola que, desde el centro neurálgico de Edeta (Lliria), estos aristócratas guerreros, reconocidos hoy en día con el rango de príncipes de Occidente, desplegaron aprovechando sus montañas más próximas. En estas localizaciones seculares ejercieron una eficaz defensa estratégica de sus construcciones y generaron una vida estable y jerárquica en comunidad.

    El primer destino que quiero señalar se llama Castellet de Bernabé, en el término municipal de Lliria, muy próximo a Alcublas. La ruta senderista (PRV258), que alcanza al final este destino (aunque una corta pista forestal facilita llegar en coche hasta la puerta del yacimiento, si se desea), permite realizar un recorrido a pie de dificultad moderada de poco más de diez kilómetros desde la rotonda del Pi, donde se encuentran las carreteras comarcales de Lliria, Casinos y Alcublas. El punto de vista panorámico recomendado se llama mirador Puntal del Llop (598 metros de altitud sobe el mar). Llama la atención que en esta zona los íberos no eligieran este balcón orográfico para  asentarse por la perspectiva inmensa que ofrece, rodeado de buenos pinares que se extienden por sus laderas.


 La senda desciende a cotas más bajas teniendo siempre a derecha, en lo alto, la referencia visual del mirador y su solitario pino. Luego bordea la finca El Valle. Al alcanzar el llano se cruzan extensos campos de almendros, que abastecen la importante demanda industrial de los turroneros de Casinos, en un tramo plano de la ruta cuyo objetivo es alcanzar la carretera de Lliria y cruzarla, pues el yacimiento se encuentra en un montículo del otro lado, que domina el plano de La Concordia. 

    El yacimiento no es de libre acceso, dispone de un aparcamiento para facilitar la visita concertada previamente. El senderista descubre que este asentamiento alimentó más razones agrícolas que estratégicas en la red de poblados ibéricos que suministraban productos y seguridad a Edeta. Las excavaciones determinaron que el castellet estuvo habitado por un aristócrata militar ecuestre, rodeado de sus familiares y servidores, que lo ocuparon hasta que fué quemado y destruido por tropas romanas hacia el siglo III a. Xto. 





   En el Castellet de Bernabé es posible descubrir ahora las marcas de los carros sobre las grandes losas de piedra que conforman el camino de acceso al asentamiento por su lado izquierdo. Tiene muros defensivos, una puerta de acceso bien protegida y una segunda salida por el lado de las estancias de la familia del aristócrata. Entre cenizas y materiales de construcción que se acumularon en las habitaciones de la comunidad y en el pasillo central, los arqueólogos encontraron numerosos testimonios y restos artísticos, agrícolas, alimentarios etc. Con ellos reconstruyeron la vida de los moradores de esta pequeña fortaleza que ocupa unos mil metros cuadrados. Las escaleras de piedra que perviven, señalan que varias dependencias (en total hay más de treinta) disponían de planta baja y piso superior, incluso en algunos casos un pequeño sótano. Las casas las cerraban con puertas de madera y llaves metálicas. En algunas habitaciones se descubrieron restos de niños menores de seis meses, enterrados en un lateral de la estancia ya que posiblemente no los valoraban todavía como miembros activos de la comunidad que merecieran ser enterrados en tumbas familiares.

    El otro asentamiento que quiero reseñar, el Puntal dels Llops, se sitúa más al este de la sierra, en el pequeño valle cerrado de Olocau, dominando visualmente desde una cota de 427 metros a esta conocida población de la Calderona y todo el horizonte estratégico del arrozal y la extensa huerta valenciana. En este caso la ruta senderista no tiene más dificultad que la que representa ascender a una pequeña montaña. Como sucedió en el anterior yacimiento, descubrimos en el centro del montículo un gran pasillo central al que salen las diversas habitaciones y almacenes que se sitúan a ambos lados. El carácter guerrero de este núcleo de población íbera determinó la construcción de una torre defensiva en la misma puerta de acceso a la muralla. Perteneció al señor Nauiba y a su familia y séquito de unas treinta personas. Todos ellos practicaron actividades agrícolas, ganaderas, de caza, apícolas, metalúrgicas, textiles, artísticas, y también guerreras cuando había que defender el poblado. En Olocau se conserva una pequeña colección de objetos del yacimiento y en el Museo de Prehistoria de Valencia otras piezas importantes. En esta última colección también se encuentran los materiales arqueológicos del Castellet de Bernabé.

    Los íberos de estas tierras valencianas convivieron durante siglos con fenicios, griegos y celtíberos porque estos pueblos y culturas extraños, que llegaban de otras latitudes mediterráneas y del interior de la península, estaban movidos más por el comercio y los intercambios que por la ocupación territorial. La decadencia y destrucción de la cultura íbera se produjo con la conquista del imperio romano. Sus ejércitos quemaron todo lo que iban encontrando, imponiendo una nueva civilización y modificando drásticamente la estructura del territorio. Que se lo cuenten a los saguntinos, situados en la cota más baja de la Sierra Calderona, que sustituyeron su nombre íbero de Arse por el romano de Saguntum. Roma fundó Valentia en el llano, entre las aguas del Turia (Tyris), y abandonó la sierra como red de asentamientos comunitarios, para preparar un nuevo aprovechamiento del territorio, que luego los árabes convirtieron en huerta rica y productiva.

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