Si uno de estos días vas a visitar el Museo de Arte Contemporáneo de Vilafamés (interior de la provincia de Castellón) en la recepción te recibirán la silueta completa y multicolor del fundador Vicente Aguilera Cerni, acompañado de su perro, situado a un lado del mostrador del recepcionista, y la del antiguo alguacil de Vilafamés, que te acogerá dispuesto a vender la entrada y dejarte pasar. Mientras tanto, desde el balcón que establece la escalera, el exalcalde franquista, Vicente Benet, te saludará con la mano abierta y te animará a que visites la colección con entusiasmo y curiosidad.
Son figuras y escenas que crearon los artistas Gabriel Cantalapiedra y Antonio Bellido Lapiedra en el verano de 1976 para colocar ante las fachadas y por las calles del pueblo, con el objeto de atraer más público al museo que se había inaugurado en 1972.Y también, para convencer a los vecinos de toda la vida de que el trabajo cultural que se estaba realizando en la salas del antiguo Palau del Batlle iba a marcar definitivamente el futuro de todos ellos y sus familias.
La exposición "Records d'un temps passat", comisariada por Claudia de Vilafamés y Teresa Lidón Babiloni, reconstruye, esta vez en el interior del museo, todas las instalaciones que hace 42 años se colocaron en el espacio urbano exterior. Se ha aprovechado la ocasión para restaurar muchas de las piezas, que son memoria de las personas que desde el mundo de la cultura de vanguardia y desde la esfera de las instituciones locales, herederas todavía de la dictadura, supieron defender un proyecto diferente y singular en aquel mundo tan gris y sombrío.
La procesión de la Virgen situada al fondo de una de las empinadas calles del centro histórico, las imágenes de Mia Farrow y Robert Redford en "El Gran Gatsby", el coraje y rebeldía de Concha Velasco, la corporación municipal dando el mitin sobre una tarima, un coche con faros de antes del led y paneles geométricos iluminados con bombillas, los figurines de los artistas nacionales pioneros en apoyar la iniciativa de Aguilera y comprar casas antiguas para restaurar... todas estas situaciones sociales se corresponden con escenas que formaron parte de la decoración pop y kitsch que Cantalapiedra y Bellido distribuyeron por las calles de tierra y piedra que sobrevivían a un abandono progresivo del centro histórico.
Sobresalía una escena de múltiples figuras, entre ellas la de Aguilera y varios artistas, situada a la entrada de la iglesia, a la que te podías incorporar, a la manera de un fotocall actual, para que quedara inmortalizada tu presencia real entre aquellos seres comprometidos con la cultura, que habían elegido Vilafamés para realizar un sueño artístico y estético. El acierto de su proyecto lo acreditan los centenares de visitantes y turistas que estos días de Semana Santa han llenado las calles, los restaurantes y los aparcamientos del pueblo, atraídos por la renovada imagen turística que promueve la actual corporación municipal y por la nueva dinámica cultural en la que está trabajando el equipo gestor de la directora del Museo, Rosalia Torrent.
Si comparamos las imágenes de cuando se inauguró el museo en el verano de 1972 y las que hoy podemos disparar paseando por el museo y su entorno urbano, comprobaremos el intenso camino recorrido social e individualmente. La estética gris y degradada de los últimos coletazos del franquismo frente a la luminosidad, la diversidad y la libertad de creación de la actual sociedad determinan un escenario cultural completamente distinto. El testimonio de caricatura social y de ironía política que los dos artistas plantearon en sus creaciones al aire libre, hoy se contempla con los ojos de quien recuerda la osadía del arte pop que transformó lo cotidiano, la trivialidad del mundo industrial y publicitario, en iconos de modernidad.
Gabriel Cantalapiedra no ha podido disfrutar de esta puesta en valor del trabajo que realizó hace cuatro décadas, ya que falleció tiempo atrás. Pero sus familiares y Antonio Bellido Lapiedra (la otra mitad creativa del proyecto expositivo) han podido disfrutar la iniciativa actualizada del museo y han agregado su imagen real y bien viva a las fotos fijas de los figurines que nos permiten, al menos ilusoriamente, estar rodeados de algunas de las personas que pusieron en pie el Museo de Vilafamés y que hoy ya no están entre nosotros.
La visita al Museo de Arte Contemporáneo de Vilafamés Vicente Aguilera Cerni (MACVAC) no defrauda, porque su característica de colección abierta, en la que el artista puede cambiar y vender la obra que deja en depósito para que se muestre en las salas, permite periódicamente renovar y sustituir las piezas expuestas. De manera que si un visitante regresa al Palau del Batlle unos años después se encontrará con nuevas esculturas y pinturas que le remiten al arte de vanguardia más representativo de la segunda mitad del siglo XX.
El museo de Vilafamés es un raro ejemplo de la colaboración y el apoyo que algunos alcaldes franquistas, al final de su ciclo histórico, supieron prestar a intelectuales progresistas, como Aguilera Cerni, que llegó al ayuntamiento con el proyecto de abrir un museo para acoger los movimientos artísticos que precisamente se habían rebelado contra la dictadura. Otro ejemplo de esta contradicción política se descubre en Benidorm, donde su alcalde franquista Pedro Zaragoza se apoyó en los ecologistas de Mario Gaviria para preservar la calidad medioambiental de las playas del término municipal y fué abanderado del bikini frente a la iglesia inquisitorial para captar el turismo internacional.
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